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Tribuna
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Manual trumpista para tachar de antisemitas a todos los adversarios

El Proyecto Esther de la Fundación Heritage pretende descalificar como cómplice de Hamás a cualquiera que se oponga a los gobiernos de Israel y EE UU por la guerra en Gaza

Cartel contra el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, durante una protesta en Atenas, el 22 de mayo.
Lluís Bassets

El tiempo desgasta las palabras y, a veces, las deforma hasta convertirlas en inservibles o invertir su significado. Hay antisemitas y hay fascistas, y nadie puede negar que también hay genocidas. En los hechos criminales y también en la intención. ¿Pero qué son el antifascismo de Putin o el genocidio y el antisemitismo denunciados por Trump, Netanyahu y tantos otros, incluidos algunos de sus más acérrimos enemigos? Con frecuencia, se trata de un simple recurso para vilipendiar al adversario. En otras ocasiones, una cuidadosa fabricación con intencionalidad política, como sucede con el Proyecto Esther del think tank de extrema derecha Fundación Heritage, presentado como “una estrategia nacional para combatir el antisemitismo”, en paralelo al Proyecto 2025, el detallado programa de gobierno que está aplicando Trump.

Envuelto en argumentos y ropajes antifascistas y democráticos, el Proyecto tiene como objetivo identificar la entera oposición a los gobiernos de Israel y Estados Unidos por la guerra de Gaza con el antisemitismo. Es propiamente un acta de acusación por complicidad con el terrorismo de Hamás contra cuantos apoyen la causa palestina, exhiban sus banderas o pañuelos, se manifiesten contra la matanza, denuncien el genocidio a cargo de Israel, reclamen un Estado palestino o se opongan a la política exterior de Trump.

Como un alegato de la Fiscalía, establece un esquema organizativo que incluye a personas y entidades que simpatizan con los palestinos y realizan campañas y declaraciones o acciones indeseables para el actual Gobierno israelí. Presenta a Hamás como el centro de una estructura alrededor de dos siglas: HSN (Hamas Network o Red de Apoyo a Hamás) y HSO (Hamas Organizations u Organizaciones de Apoyo a Hamás), bajo la apariencia de una auténtica internacional antisemita que actúa contra Israel y Estados Unidos y penetra en la sociedad estadounidense, en las comunidades judías y, a la vista de los más recientes señalamientos del Gobierno israelí, también en los gobiernos europeos que piden el final de la guerra de Gaza.

El Proyecto cita antecedentes antisemitas en el Manifiesto Comunista, la agitprop soviética, el Mein Kampf de Hitler, el Ku Klux Klan y el German American Bund de simpatías nazis de los años treinta. Se olvida, en un auténtico lapsus freudiano, del Comité America First de Charles Lindbergh, aislacionista, antisemita auténtico, afín al nazismo y el más genuino antecedente del trumpismo. Es inconfundible su aroma a Guerra Fría, en busca de un sustituto del comunismo soviético. De ahí deriva la retirada de financiación y las iniciativas de control de las universidades, la supresión de agencias federales, los despidos de funcionarios, las expulsiones y deportaciones de extranjeros y la entera política de la Casa Blanca respecto a Israel. Bajo apariencia de un noble combate contra el antisemitismo, se cubre la deriva autoritaria y anticonstitucional de Trump y el exterminio palestino en Gaza y Cisjordania por parte de Netanyahu.

El documento parte del “ataque terrorista de Hamás contra Israel el 7 de octubre de 2023 que dejó al descubierto el antisemitismo existente en todo el mundo, incluido Estados Unidos”. Ni una palabra para los más de 50.000 palestinos fallecidos. Ni una referencia al antisemitismo de la extrema derecha blanca y supremacista que apoya a Trump. Adopta además la conocida narrativa conspiracionista y antisemita contra ciertos multimillonarios judíos, como el filántropo George Soros o el gobernador de Illinois, J. B. Pritzker, junto a otros ciudadanos y entidades judías hostiles a la extrema derecha israelí.

Se inspira en el Libro de Ester, donde se cuenta cómo la reina y esposa judía del rey Asuero consiguió la destitución y el castigo del ministro Amán que preparaba el exterminio de los judíos de Persia. Merece la pena recordar el vengativo final de esa historia que conoce todo lector de la Biblia: “Los judíos pasaron al filo de la espada a todos sus enemigos; fue un degüello, un exterminio, hicieron lo que quisieron con sus adversarios” (Ester 9:5). En manos de quienes reivindican los libros sagrados como escritura de propiedad sobre el territorio palestino, la historia bíblica legitima la aniquilación ahora en marcha y la futura deportación de los palestinos.

El documento concluye con la célebre advertencia de Martin Niemöller: “Primero detuvieron a los socialistas, y guardé silencio porque no era socialista. Luego a los sindicalistas, y no hablé porque no era sindicalista. Luego a los judíos, y no dije nada porque no era judío. Cuando vinieron a por mí, ya no quedaba nadie que hablara en mi nombre”. Se trata de un alegato de valor universal contra el silencio y la indiferencia ante la opresión y el asesinato cuando son otros los que las sufren. Y también una denuncia del peligro que significa para todos dejar que avancen la iniquidad y el crimen. ¿Por qué no debiera valer también para la matanza de Gaza?

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).
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