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307 padres en pie de guerra contra la “directora dictadora” de un colegio público de Móstoles

La responsable del centro educativo responde a los gritos y críticas con peinetas y bailes folclóricos

La fachada del CEIP Julián Besteiro, en Móstoles.
Álvaro Sánchez-Martín

Los padres y madres de un colegio público de Móstoles quieren que la directora se vaya y el ambiente se está tensando bastante. Según ellos, el descontento no viene por nada en concreto, sino por un acumulado de cosas más pequeñas, como que eliminen actividades extraescolares para los niños, no conteste a los correos electrónicos de los padres y carguen de trabajo a los profesores más críticos con el mando del centro. “¡Directora, dictadora!”, cantan en las concentraciones que hacen por la mañana frente a las aulas, llenas de niños a esa hora. También se acerca allí para apoyarles el exdirector, que ya está jubilado. La autoridad actual, que tiene 44 años, les recuerda quién manda y les hace la peineta y les baila sevillanas para provocarles. La Federación de la Comunidad de Madrid de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado Francisco Giner de los Ríos (FAPA) se ha posicionado del lado de los padres. “Es necesario que la Consejería medie con carácter de urgencia para solucionar la situación”, ha señalado en un comunicado. El asunto ha escalado a la Dirección de Área Territorial, que está estudiando el asunto, aunque según la Consejería de Educación “el colegio está funcionando con absoluta normalidad”. Pero algo debe estar pasando para que, de los 29 profesores que hay en todo el colegio, 12 hayan pedido el traslado y a siete de ellos se lo hayan concedido.

El descontento está extendido porque 307 padres y madres de alumnos han firmado una carta dirigida la Dirección de Área Territorial para pedir que cese a la directora de su cargo. La cifra es respetable, si se tiene en cuenta que el colegio Julián Besteiro de Móstoles tiene 469 alumnos entre infantil y primaria. Su exdirector, Carlos Fernández, que ocupó ese cargo durante 25 años, se ha implicado en las protestas. “Esto es inaudito, lo que está pasando en el colegio”, grita con megáfono en mano frente a los padres, a las puertas del centro en horario escolar. “El director tiene que coordinar, no boicotear como está haciendo esta chica”, dice en referencia a la actual directora.

Se refiere a las actividades que se celebraban en el centro y que poco a poco se han ido eliminando. Una era la carrera solidaria, que se celebraba el día de la paz para recolectar tapones y donarlos a causas solidarias y que no debía gustarle a la directora, porque la ha eliminado. Otra era el día sobre ruedas, en el que todos los alumnos iban en patines o bicicleta a clase para fomentar el deporte. También está el que se conoce entre los padres como “el caso de los gusanitos”, la decisión de la dirección del centro de obligar a los progenitores a comprar cada uno de su bolsillo una bolsa de snaks para que sus hijos hicieran una suerte de campanadas con eso en lugar de con uvas. Hasta ese año se habían pagado con un fondo común del colegio.

Pero más allá de todo eso y de que la directora no revise la bandeja de entrada de su correo electrónico, lo que ha desatado la ira de los padres ha sido que algunos profesores de toda la vida estén abandonando el colegio, quemados por la situación. Casi la mitad de los que trabajan allí han pedido el traslado. Uno de ellos es Rodrigo, que lleva 11 años en el centro, pero no quiere dar su nombre porque cree que de hacerse público la directora puede complicar su trabajo. “Nos trata como si fuéramos sus súbditos y nos falta al respeto contantemente”, comenta. También pone dos adjetivos para calificar la gestión: “Desidia y autoritarismo”.

A Rodrigo le concedieron el traslado a un colegio de Cáceres, pero al final no se va a ir porque está recibiendo un gran apoyo de las familias y de los alumnos. Lo dice por las tres manifestaciones que han hecho los padres frente al colegio. En todas las ocasiones, aprovecharon el momento de llevar a sus hijos a clase para sacar las pancartas. En ellas se leían frases contundentes, como “no a la dictadura” o “democracia”.

La mujer que coordina el centro era consciente de que había mucho niños mirando y de que tenía que dar ejemplo, así que respondió haciendo una peineta a sus padres, que le gritaban, y después se puso a bailar sevillanas junto a las casitas de colores en la que estudian los niños de infantil. Los progenitores indignados insistían en las semejanzas de ese comportamiento con el de Hitler. “¡Dictadora!”, gritaban. Ella ironizaba haciendo el saludo militar. Pese a que EL PAÍS ha tratado de ponerse en o con ella en varias ocasiones para conocer su versión, todas han sido rechazadas.

Cinco madres que no se rinden han llevado el asunto al Ayuntamiento de Móstoles, pero desde allí dicen que escapa de sus competencias. “Podemos darles escucha activa”, dice una portavoz del consistorio. Pero a ellas eso no les vale y aseguran que seguirán calentando la acera que hay frente al colegio hasta que la directora se vaya.

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