El fogonazo insuficiente de Kylian Mbappé
El francés, que llegaba medio lesionado, apareció en el segundo tiempo para marcar de falta y cambiar el partido

No fue suficiente pero en Sevilla llegó el instante Mbappé. En un clásico. En un clásico que era una final de Copa. Ahí sucedió. En un momento delicadísimo, acertó con una falta directa que pegó en el palo y entró. Era la segunda en menos de un mes, después del que le marcó al Leganés tras un toquecito de un compañero: el fruto inmediato de la idea de Luis Llopis, preparador de porteros, de incorporarlo al grupo de lanzadores. Ahora repitió en una cita comprometida, cuando quizá no se le esperaba.
Atravesaba el punto en el que volaba más por debajo del radar, después de retirarse lesionado, y pitado, en el final del hundimiento contra el Arsenal en el Bernabéu. Desde aquella noche, con el tobillo maltrecho, su estado de salud era un pequeño misterio que apenas intrigaba al madridismo, que le volvió a pitar en su siguiente aparición en su estadio, aunque solo se le vio unos segundos en las pantallas. Seguía convaleciente en uno de los palcos.
En La Cartuja no apareció en el once inicial, algo que casi se intuía, y muchos pensaron que tal vez mejor, que así el equipo regresaba al 4-4-2, el esquema con el que había ganado la temporada pasada. En el club pensaban que se encontraba al 60% pero a veces eso, que puede parecer poco, resulta mucho. Sobre todo si hace clic en un momento de zozobra y contribuye a transformar el color emocional del duelo, una transformación promovida con más vigor que nunca por Ancelotti.

























Antes de la primera hora de juego, ya había realizado cuatro cambios, algo insólito para el italiano, que rara vez ha utilizado tantos suplentes incluso si el reloj ha alcanzado el minuto 90. El técnico se ha conducido habitualmente confiado en la decantación natural de los acontecimientos. Esta vez no. Ante la que tal vez podía ser su última final en el banquillo del Madrid, donde tanto ha ganado, el que más en la historia del club, decidió intervenir al ver que se le escapaba el que podía ser su trofeo número 16.
En realidad, el meneo al encuentro iba a suponer la segunda sustitución. La primera había sido obligada, cuando en el minuto 10 Mendy regresó a la enfermería de la que acababa de salir. Entonces metió a Fran García, al que habría preferido no usar para vigilar a Lamine Yamal. Así que aquel no cuenta como parte de las maniobras de Ancelotti para escapar del chaparrón bajo el que penaba su equipo. En realidad, el viraje empezó ya al final de la primera parte, cuando Mbappé salió a corretear con Pintus en la banda sin suscitar apenas reacción en la grada blanca.
El Madrid era entonces una nave a la deriva, a merced del oleaje del Barça. Los clásicos han supuesto este curso el choque de realidad más formidable para el Madrid. Después del 0-4 en el Bernabéu y el 2-5 en Arabia, la final de Copa volvía a mostrar al equipo de Ancelotti que en el artefacto de Flick habita un universo bastante lejano, desesperante.
El Madrid parecía un puzle recién arrojado de la caja a la mesa. Nada estaba ensamblado. Apenas lograban conectar tres pases, apenas pisaban el campo rival, mientras perseguían sombras azulgrana. Al terminar el primer tiempo, el Madrid registraba el tercer peor acierto en pases esta temporada, un 83,1%. Las únicas dos noches más pobres del curso también habían sido contra el Barça, un 73,1% en octubre en la Liga y un 75,9%, según los registros de Opta.
Y entonces Mbappé sustituyó a Rodrygo, el Madrid se encendió y el fuego desordenó al Barcelona. Empezó a recibir al espacio, a correr, a pisar el área. El francés se unió a Vinicius y, lanzados por Bellingham, transformaron un partido que parecía imposible que fuera en otra dirección. En ese punto, sin esperar a ver qué deparaba el viraje, Ancelotti volvió a intervenir, e introdujo a Güler y Modric por Lucas y Ceballos. El Madrid se había reconectado y Vinicius y Mbappé. El francés superó con un caño a Cubarsí y De Jong le derribó cuando ya olisqueaba el área. Mbappé se hizo cargo del lanzamiento. Y Mbappé acertó, el gol con el que superaba los 33 tantos de la primera temporada de Cristiano en el Madrid. Pero ese momento, esos minutos, no fueron suficiente. Su aparición se evaporó cuando Koundé enganchó en la prórroga un tiro imposible pegado al palo.
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