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Adriana Varejão, artista: “El pensamiento colonizador sigue vivo” 

La artista brasileña presenta ‘Don´t forget, We Come from the Tropics’, su primera exhibición individual institucional en Nueva York 

Adriana Varejão acompañada de su obra.
Ana Vidal Egea

Adriana Varejão (Río de Janeiro, 61 años) lleva en torno a cuarenta años volcada en el arte, indagando en la tensión social, la antropofagia cultural y la complejidad de la identidad racial y el mestizaje, claves para entender la historia de Brasil y por ende, del mundo. Se desplazó a China y México para estudiar cerámica, y al Amazonas para hacer un proyecto centrado en algunas comunidades indígenas, pero sus piezas abarcan tanto que resultan en cierta forma inclasificable. La fuerza y el simbolismo de sus obras, que se reparten en las colecciones de museos como el Guggenheim de Nueva York o la Tate Modern de Londres, la han llevado a ser una de las voces más prominentes del arte brasileño contemporáneo.

En la actualidad presenta tres exposiciones simultáneas en Lisboa (Centro de Arte Moderno Gulbenkian), Atenas (en la galería Gagosian) y en Nueva York, donde hasta el 22 de junio puede verse Don’t forget we come from the tropics, su primera exhibición individual institucional en la gran manzana, la tercera en Estados Unidos, en The Hispanic Society. Allí muestra nuevas piezas de su serie Platos, óleos sobre platos de cerámica monumentales, que mezclan la pintura y la escultura con la selva amazónica como eje temático.

Pregunta. ¿Cómo surgió la idea de crear estos platos gigantes de cerámica?

Respuesta. Cuando me invitaron a exponer en la Hispanic Society de Nueva York, visité el centro y me quedé fascinada con su colección de cerámicas hispánicas, así que me decidí a hacer unos platos de cerámica que dialogaran con la colección permanente, utilizando algunas referencias. Previamente había hecho una serie de platos sobre el mundo marino y en Don´t forget we come from the tropics expongo cinco nuevos platos centrados en la selva. Me llevó de dos a tres meses hacer cada uno de ellos. Cuatro de estos platos fueron creados expresamente para esta exposición y uno de ellos, Mucura, fue presentado en la Bienal del Amazonas, en el 2023.

P. La múcura representa a un opossum o zarigüeya amazónica, que son capaces de tener tres embarazos al año, y en su pieza hace referencia al animal pero también a su propio cuerpo, cuando estuvo embarazada.

R. Es muy hermosa la visión que la gente de la selva tiene de los animales. En su mitología, consideraban que las criaturas nacidas de la mezcla entre un humano y un animal (una especie de minotauro) eran superiores a hombres y animales, pero con el tiempo se dio una decadencia y dejaron de existir. Los humanos y los animales quedaron en un mismo nivel. En este plato quiero dejar evidencia de esa igualdad, creando un paralelismo entre los dos reinos, con la mujer y la hembra embarazadas. Es una invitación a que conectemos más con el mundo animal, que incluso nos identifiquemos con los animales y nos sensibilicemos. Por otro lado, la imagen del opossum hembra cargando sus ocho crías en la espalda vuelve a mí con frecuencia. Me parece muy poderosa.

P. ¿Cómo cambió su identidad como artista al ser madre?

R. Mi obra se empoderó. Previamente mi trabajo tenía una gran carga política, era violento. Pero después de la maternidad empecé a conectar más con la naturaleza y a hacer un trabajo más figurativo, lleno de referencias y elementos mitológicos. Me obsesioné con las Ama divers, las buceadoras japonesas que revirtieron el orden social, lanzándose a pescar al mar mientras sus maridos se quedaban en casa al cuidado de los niños. Me fascinó descubrir, por ejemplo, que a medida que las mujeres envejecen, son capaces de resistir mejor los períodos de apnea. Para mí la maternidad está muy relacionada con el poder. Conecté mucho también con la cultura de los pueblos indígenas de los Andes para los que la tierra es una deidad femenina, la Pachamama. En la actualidad tengo dos hijas de 11 y 19 años y nunca me había sentido más fuerte.

Adriana Varejão trabaja en su obra.

P. También tiene una exposición enorme en el Centro de Arte Moderno Gulbenkian de Lisboa con un fuerte mensaje feminista

R. La organicé en colaboración con la artista portuguesa Paula Rego, aunque ella lamentablemente murió antes de que se inaugurara. La titulamos Between your teeth y es un trabajo colectivo muy potente, loco y furioso. Es una exhibición muy grande, en torno a trece salas y a cien obras. Empezó siendo algo feminista y volviéndose mucho mayor, abarcando la defensa de todas las minorías. Las dos crecimos en dictaduras militares y esta exhibición es como un puñetazo en el estómago, no hay nada suave o pacífico en nuestras piezas.

P. Su suegra, Heloísa Teixeira, fue una de las mayores precursoras del feminismo en Brasil

R. Sí, estábamos muy unidas. Además de ser mi suegra era una maestra para mí. El día de la inauguración de mi exposición en The Hispanic Society me llamó mi marido para decirme que le quedaban dos o tres horas de vida. Entonces me fui con lo puesto al aeropuerto y tomé un vuelo inmediatamente. Cuando llegué al día siguiente aún estaba viva. Murió media hora después de verme. Era una mujer extraordinaria. En una ocasión le pregunté que cómo alguien tan feminista como ella seguía llevando el apellido de su primer marido y en el 2023 se lo cambió a Teixeira, Heloísa Teixeira. También empezó a hacerse tatuajes a partir de los 70 años. Tenía muchos, incluso la cara de sus perros. Le pidió a cada uno de sus nietos que le hiciera un dibujo. A mí me pidió que le hiciera una araña en la espalda.

P. Ya le censuraron una exposición en el 2017, ¿tiene miedo de que se repita un suceso así? ¿El actual contexto político merma en algo su capacidad creativa?

R. Los artistas tenemos que ser resistentes, es nuestra responsabilidad mantener vivas las voces. En la exhibición de Lisboa una de las salas se titula precisamente A pesar de ti.

P. ¿De qué forma cree que su arte puede contribuir al cambio de percepción en el mundo?

R. La exhibición que inauguré hace unas semanas en la galería Gagosian de Atenas es un buen ejemplo. En ella expongo cuatro diferentes tradiciones de cerámicas (la china, la griega, la turca y la brasileña, de Bahía) que se inspiran y se contaminan mutuamente. Es una muestra de cómo cosas distintas se pueden tolerar creando conexiones positivas, enriqueciéndose mutuamente. El DNA brasileño es uno de los más mezclados del mundo. Me gusta ver lo rápido en que uno puede convertirse en brasileño, las segundas generaciones de inmigrantes ya se llaman a sí mismos brasileños. Creo que esto es fundamental para producir culturas ricas.

P. ¿Qué paralelismos se podrían trazar entre la violencia de la colonización en Brasil y la ocupación de Palestina?

R. El otro día en una charla en Lisboa con motivo de mi exposición explicaba que los colonizadores están muertos pero el pensamiento colonizador sigue vivo y está ocurriendo en muchas partes. La situación en Palestina es muy compleja y no me siento capacitada para hablar de ella, pero las imágenes que veo son terribles y ciertamente están borrando una cultura.

P. Además de como artista ¿cómo contribuye a la mejora de su entorno?

R. Desde hace tres años organizo con mi marido una subasta para recaudar fondos que donamos a siete instituciones que lideran una mejora social mediante el arte. Por ejemplo, la organización Gapão da Marë, que está dentro de una de las mayores favelas de Río, acaba de crear un cine con nuestra donación. Creo en las acciones, incluso cuando son pequeñas, porque tienen el poder de cambiar la vida de muchas personas. No podemos limitarnos a quejarnos y a culpabilizar al otro.

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Sobre la firma

Ana Vidal Egea
Periodista, escritora y doctora en literatura comparada. Colabora con EL PAÍS desde 2017. Ganadora del Premio Nacional Carmen de Burgos de divulgación feminista y finalista del premio Adonais de poesía. Tiene publicados tres poemarios. Dirige el podcast 'Hablemos de la muerte'. Su último libro es 'Cómo acompañar a morir' (La esfera de los libros).
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