window.arcIdentityApiOrigin = "https://publicapi.elpais.noticiasgauchelpais.noticiasgauchas.com";window.arcSalesApiOrigin = "https://publicapi.elpais.noticiasgauchelpais.noticiasgauchas.com";window.arcUrl = "/subscriptions";if (false || window.location.pathname.indexOf('/pf/') === 0) { window.arcUrl = "/pf" + window.arcUrl + "?_website=el-pais"; }“Ayúdame a salir de Gaza”: cuando la desesperación pesa más que el patriotismo | Planeta Futuro | EL PAÍSp{margin:0 0 2rem var(--grid-8-1-column-content-gap)}}@media (min-width: 1310px){.x-f .x_w,.tpl-noads .x .x_w{padding-left:3.4375rem;padding-right:3.4375rem}}@media (min-width: 1439px){.a .a_e-o .a_e_m .a_e_m .a_m_w,.a .a_e-r .a_e_m .a_e_m .a_m_w{margin:0 auto}}@media (max-width: 575.98px){.cs_p .cs_p_i{flex-direction:column;align-items:end;justify-content:center}._g-xs-none{display:block}.cg_f time .x_e_s:last-child{display:none}.scr-hdr__team.is-local .scr-hdr__team__wr{align-items:flex-start}.scr-hdr__team.is-visitor .scr-hdr__team__wr{align-items:flex-end}.scr-hdr__scr.is-ingame .scr-hdr__info:before{content:"";display:block;width:.75rem;height:.3125rem;background:#111;position:absolute;top:30px}}@media (max-width: 767.98px){.btn-xs{padding:.125rem .5rem .0625rem}.x .btn-u{border-radius:100%;width:2rem;height:2rem}.x-nf.x-p .ep_l{grid-column:2/4}.x-nf.x-p .x_u{grid-column:4/5}.tpl-h-el-pais .btn-xpr{display:inline-flex}.tpl-h-el-pais .btn-xpr+a{display:none}.tpl-h-el-pais .x-nf.x-p .x_ep{display:flex}.tpl-h-el-pais .x-nf.x-p .x_u .btn-2{display:inline-flex}.tpl-ad-bd{margin-left:.625rem;margin-right:.625rem}.tpl-ad-bd .ad-nstd-bd{height:3.125rem;background:#fff}.tpl-ad-bd ._g-o{padding-left:.625rem;padding-right:.625rem}.a_k_tp_b{position:relative}.a_k_tp_b:hover:before{background-color:#fff;content:"\a0";display:block;height:1.0625rem;position:absolute;top:1.375rem;transform:rotate(128deg) skew(-15deg);width:.9375rem;box-shadow:-2px 2px 2px #00000017;border-radius:.125rem;z-index:10}} Ir al contenido
_
_
_
_

“Ayúdame a salir de Gaza”: cuando la desesperación pesa más que el patriotismo

El miedo, el hambre y la falta de esperanza hacen que una parte de los palestinos de la Franja, sobre todo jóvenes, sueñen con marcharse en cuanto se abran las puertas, aunque esto implique no poder volver y plegarse al plan trazado por Donald Trump

Palestinos acuden en masa a recibir comidas distribuidas por organizaciones humanitarias, en la Franja, el 23 de mayo.
Beatriz Lecumberri

“Necesito irme. No importa cómo”. La desesperación hace que Qassem Awad escupa sin filtros lo que siente desde la ajada tienda de campaña en la que malvive desde hace meses en el sur de Gaza. No es algo frecuente porque, pese al hambre, las bombas y la falta de esperanza, los palestinos de la Franja no se permiten verbalizar su deseo de huir. Pero ahora el miedo aumenta, las dificultades diarias se multiplican y cada vez más personas, sobre todo jóvenes, expresan su voluntad de marcharse en cuanto puedan, aunque salir de Gaza signifique asumir el riesgo de no poder regresar.

Awad tiene 25 años, es licenciado en Literatura Inglesa y solicitó una beca para hacer un doctorado en Estados Unidos. “Si ya quería irme antes, ahora todavía lo deseo más, aunque sé que si lo logro probablemente no podré volver a Gaza en mucho tiempo. He ado con varias embajadas, pero nada. EE UU no está respondiendo a los estudiantes palestinos en este momento”, lamenta.

Las puertas de Gaza están cerradas desde hace un año, cuando se cerró el terminal de Rafah, fronterizo con Egipto. Por él salieron, desde octubre de 2023 y hasta mayo, unas 75.000 personas, según el recuento de la ONU. A partir de entonces, muy pocos palestinos han logrado el salvoconducto para marcharse, gracias por ejemplo a un pasaporte extranjero, a una beca en una universidad o a que estaban gravemente enfermos o heridos.

Si ya quería irme antes, ahora todavía lo deseo más, aunque sé que si lo logro probablemente no podré volver a Gaza en mucho tiempo
Qassem Awad, habitante de Gaza

“Ayúdame a salir de aquí. ¿Qué universidad española podría recibirme? ¿Qué documentos necesito para ar con la embajada?“. El mensaje de WhatsApp de Salah (nombre ficticio), un periodista gazatí, es una súplica. “Yo nunca me quise ir de aquí. No he salido de Gaza en toda mi vida y tengo 30 años, pero ahora ya no puedo más”, ite desde su refugio en Yabalia, en el norte de la Franja, donde la crisis humanitaria es extrema y los bombardeos suenan de nuevo muy cerca. Salah sueña en voz alta y espera poder huir con su madre, de la que se siente responsable tras el fallecimiento de su padre hace varios años, y con su novia. “No sé si sería capaz de irme solo, la verdad. Sería complicado y muy doloroso”, ite.

Sin garantías de poder volver

La cultura, el peso de la familia y de la religión, el apego a la tierra y la defensa de la causa palestina hacen mella en los gazatíes, que hablan con pudor y con culpa de la posibilidad de marcharse. No obstante, el instinto de supervivencia y las ganas de vivir hacen que este deseo aparezca cada vez más abiertamente en las entrevistas y conversaciones.

“Es un tema difícil. Nuestros mayores no se quieren ir, tienen su vida aquí y no se ven preparados para empezar de cero en otro lugar, aunque lo hayan perdido todo. Pero nosotros... ”, suspira Kholoud Shawish, de 22 años, antes de retomar su frase. “Nosotros soñamos con construir un futuro en un lugar seguro y creo que es comprensible. Estamos viviendo en condiciones extremas”, agrega, casi justificándose, esta joven recién licenciada en Lengua Inglesa y Traducción. EL PAÍS habló con ella en febrero, en medio del alto el fuego que Israel terminó de forma unilateral a mediados de marzo, para un reportaje en el que varios gazatíes explicaban por qué querían quedarse en Gaza. En aquel momento, Donald Trump había anunciado que “tomaría el control” de la Franja y la convertiría en la “Riviera de Oriente Próximo”.

KHAN YUNIS, GAZA - 24 DE MAYO: Familiares y seres queridos de palestinos que perdieron la vida en ataques israelíes lloran a sus difuntos en el Hospital Nasser de Khan Yunis, Gaza, el 24 de mayo de 2025. (Foto de Abed Rahim Khatib/Anadolu vía Getty Images) Palestinas lloran por sus seres queridos muertos.

Pero esta joven tenía esperanza de quedarse en Gaza y de rehabilitar su casa en Nuseirat, en el centro de la Franja, parcialmente dañada por las bombas, pero en la que sigue viviendo con su familia. “Las cosas han cambiado, la situación ha empeorado y me quiero ir. No es algo fácil. No es huir de las ruinas, sino dejar atrás recuerdos, personas y mi identidad. Gaza es mi casa. Y la parte más dura es que si me voy no tengo garantías de poder volver”, ite Shawish.

La situación ha empeorado y me quiero ir. No es algo fácil. No es huir de las ruinas, sino dejar atrás recuerdos, personas y mi identidad. Y la parte más dura es que si me voy no tengo garantías de poder volver
Kholoud Shawish, joven gazatí

En su cabeza resuenan las palabras de Trump, del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y de varios del ultraderechista Gobierno israelí: “vaciar Gaza”, “promover la emigración voluntaria”, “ocupar permanentemente la Franja” “crear condiciones de vida inhumanas para que sean los propios palestinos quienes quieran marcharse”. No solo son palabras, la situación en el terreno y las últimas operaciones del ejército israelí en la Franja las corroboran. Además, Netanyahu ha itido que mantiene “os con varios países” para que reciban a los gazatíes, tras la negativa de Jordania y Egipto, a los que Trump señaló en un primer momento como destinos posibles.

Las puertas están cerradas

“De todas formas, la cuestión de migrar ni se plantea por ahora, puesto que los pasos fronterizos están cerrados”, subraya Shawish, reconociendo que, a veces, aún se permite un poco de optimismo. “Y sueño que esto terminará, que habrá un plan de reconstrucción de Gaza y que podremos quedarnos”, dice.

Palestinos desplazados internos huyen tras un ataque aéreo israelí al oeste de la ciudad de Gaza, en la Franja, el 23 de mayo.

Su padre, el profesor y escritor gazatí Talal Abu Shawish, ya no contempla la posibilidad de marcharse de Gaza a sus 58 años, pero la escucha cada día en boca de sus alumnos, durante las clases online que organiza su escuela. “Creo que Israel quiere llevar a los gazatíes al límite. Cuando abran las puertas, habrá una desbandada”, opina.

El asedio israelí, la pobreza y la falta de perspectivas en Gaza llevan más de 15 años omnipresentes. En 2007, después de la victoria del movimiento islamista Hamás en unas legislativas, tras las cuales rompió con la Autoridad Palestina del presidente Mahmud Abbas y tomó las riendas de Gaza, Israel instauró un bloqueo sobre este territorio. En la práctica, nada ni nadie ha salido o ha entrado en la Franja desde entonces sin autorización israelí. Con los años, esos permisos han ido reduciéndose y en 2023, antes de que estallara esta guerra, representaban solo el 7% de los contabilizados en 2000, según datos de la ONU.

Cuando comenzaron los bombardeos, tras el mortífero ataque de Hamás en territorio israelí, más de un 40 % de los 2,2 millones de habitantes de la Franja tenía menos de 14 años. Es decir, es una generación que solo ha conocido una Gaza pobre y aislada. El desempleo entre los jóvenes, muchos de ellos con estudios superiores, superaba el 70%. Una parte de ellos intentaba obtener becas y estudiar fuera, otros llegaron a arriesgarse a cruzar clandestinamente a Egipto o incluso a lanzarse al mar en busca de una vida mejor.

Usama Aklouk, neurocirujano de 61 años, ite que él también se marcharía mañana de Gaza si pudiera. En su caso, lo más frustrante es que tuvo la posibilidad de hacerlo, hace más de un año, cuando España evacuó a los gazatíes con pasaporte español y a sus familiares directos. Su hija, nacida en Málaga, donde él ejerció durante 14 años, es española y pudo salir, pero él no quiso abandonar a sus otras dos hijas y dejó pasar ese tren. Desde entonces, se ha desplazado, ha vuelto a la ciudad de Gaza y ha seguido ejerciendo como médico voluntario en su hospital, Al Shifa, destrozado por las bombas israelíes pero funcionando parcialmente para atender a pacientes en consultas.

“Nos están asfixiando. Esto es como estar muertos: no hay comida, ni medicinas, ni seguridad. Cada dos por tres hay que desalojar y ya no sabemos adónde ir”, afirma, confiando en la ayuda del Gobierno español para poder salir de Gaza.

Mayar El Arca, de 18 meses, recibe atención médica por malnutrición en el Hospital Nasser de Jan Yunus, el 17 de mayo.

Salir y dejar a la familia atrás

Raed Issa, artista gazatí, es uno de los pocos habitantes de la Franja que ha logrado salir en las últimas semanas, gracias a su trabajo y con la ayuda de un país europeo. Tenía previsto el viaje y había logrado todos los permisos justo antes de que estallara la guerra, pero tuvo que esperar 19 meses. Se fue solo, sin su esposa e hijos, y prefiere no extenderse sobre lo doloroso de su decisión y el desgarro que ha supuesto esta separación. “Estoy a salvo, pero no puedo decir que estoy bien”, explica.

Yo creo que para muchas personas, la conexión con la tierra ha crecido en este momento de grandes dificultades y penurias
Samir Zaqut, ONG Al Mezan

Samir Zaqut, uno de los responsables en Gaza de la ONG palestina Al Mezan, afirma, sin embargo, que a su alrededor la gente quiere quedarse y hasta quienes se fueron a Egipto cuando estalló la guerra desean volver. “Me sobran los ejemplos”, garantiza. “Yo creo que para muchas personas, la conexión con la tierra ha crecido en este momento de grandes dificultades y penurias”, agrega.

Zaqut estima que si el cruce de Rafah reabriera, habría miles de personas que se irán, pero “serían unas 500.000 como máximo”. “Cubriremos su ausencia y ellos, desde fuera y con su apoyo económico, nos ayudarán a reconstruir”, vaticina.

En este momento, según él, las personas mayores, que ya vieron a sus padres huir en 1948, expulsados de sus pueblos tras la creación del Estado de Israel, “prefieren morir en sus casas”. “Lo vimos cuando se logró el alto el fuego en enero. La gente volvió a sus hogares y muchos no están queriendo salir de allá, aunque haya órdenes de evacuación del ejército israelí”, asegura.

Según cifras del ministerio de Salud gazatí que la ONU toma como referencia, los ataques israelíes han acabado con la vida de al menos 54.000 palestinos, aunque el número real podría ser muy superior.

“Yo creo que nuestra cultura islámica nos hace ser perseverantes y pensar que esto mejorará. Por eso, yo estoy seguro de que Israel fracasará en su intento de vaciar Gaza”, concluye.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad , así podrás añadir otro . Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Beatriz Lecumberri
Periodista especializada en información internacional. Ha sido corresponsal en Jerusalén, Caracas, Río de Janeiro y París y ha trabajado en la agencia -Presse (AFP). Es autora del libro 'La revolución sentimental', sobre Venezuela, y codirectora del documental 'Condenadas en Gaza'. Actualmente, trabaja en la sección Planeta Futuro de EL PAÍS.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_