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Bruselas exige a Estados Unidos que las negociaciones se basen “en la buena fe y no en las amenazas”

Algunos Estados creen que los anuncios de la Casa Blanca son parte de la táctica negociadora

El comisario de Comercio, Maros Sefcovic, en un debate en el Parlamento Europeo el pasado abril.
Manuel V. Gómez

Bruselas ha exigido esta noche a Estados Unidos que la relación comercial entre las dos partes se apoye en “el respeto mutuo” y “no en las amenazas”. El comisario de Comercio, Maros Sefcovic, ha lanzado este mensaje en la red social X al acabar una larga conversación telefónica con sus contrapartes estadounidenses, Howard Lutnick, secretario de Comercio, y Jamieson Greer, representante de Comercio. “Estamos dispuestos a defender nuestros intereses”, ha advertido el eslovaco, en clara respuesta a las amenazas lanzadas por el presidente Donald Trump por partida doble: en su red social, Truth, y en declaraciones desde el Despacho Oval, advirtiendo de que puede imponer aranceles del 50% a los productos europeos desde el 1 de junio.

El mensaje de Sefcovic no se despega en absoluto del argumentario que ha seguido la Comisión Europea desde que Washington abrió las hostilidades comerciales. Prioridad a la búsqueda de una solución negociada: “La UE está plenamente comprometida con un acuerdo que beneficie a ambas partes. La Comisión sigue dispuesta a trabajar de buena fe”. Si no se llega al pacto, será el momento de responder a las medidas proteccionistas que Estados Unidos ya aplica en parte: “Estamos dispuestos a defender nuestros intereses”. Esta idea, vertida este mismo viernes por la tarde, ha sido también expuesta con distintas palabras por el ministro francés del ramo, Laurent Saint-Martin, y por el primer ministro de Países Bajos, Dick Schoof.

Pero el mensaje también contenía respuesta con exigencia a las amenazas de Trump: “El comercio entre la UE y EE UU es inigualable y debe guiarse por el respeto mutuo, no por las amenazas. Estamos dispuestos a defender nuestros intereses”. La relación transatlántica ascendió el año pasado al intercambio de 865.000 millones de euros: la Unión vendió productos por 531.600 millones y compró por 333.400 millones. No obstante, gran ese desequilibrio se compensa por el comercio de servicios, en el que Estados Unidos tiene superávit.

Desde algunos Estados , después de conocer las declaraciones de Trump, se apunta que no es momento de perder los nervios y confían en que no sea más que una táctica negociadora. Una tesis que ha apuntalado el propio secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, en entrevistas televisadas después de las palabras de Trump.

Más allá de las amenazas, poca sorpresa podía causar el diagnóstico de la Casa Blanca, porque en ambas capitales son muy conscientes de que las negociaciones ya no iban bien antes de que el inquilino de la Casa Blanca irrumpiera con amenazas. Él mismo lo ha aireado a los cuatro vientos: “Nuestras negociaciones con ellos [en referencia a la UE] no van a ninguna parte”. Esta actitud contrasta mucho con la que se mantiene en la capital comunitaria, donde incluso se aceptaría perder la batalla del relato si se llega a un acuerdo satisfactorio que consideren que beneficia a las dos partes. En esa definición no se incluye un pacto como el que logró el Reino Unido, algo que ya advirtieron varios ministros de Comercio de varios Estados (Polonia y Suecia) en la última reunión del Consejo.

A diferencia del estilo de Trump, todo lo que rodea a estas negociaciones, desde el lado de la UE, se está llevando con discreción y mucho tacto. Las declaraciones públicas se atienen a un argumentario muy medido que ha cambiado muy poco en los últimos meses: abiertos a buscar una salida pactada que beneficie a las dos partes, aunque hay que estar listos para responder si no hay acuerdo. No obstante, entre la poca información que se cuela, sí que se sabe que ha habido muy pocos avances y que el tono de del tira y afloja apenas ha cambiado desde que comenzó.

Hay otra afirmación que no resulta difícil escuchar en Bruselas: “A este lado del Atlántico no se sabe qué quiere sacar Estados Unidos”. ¿Busca recaudar más para financiar sus rebajas de impuestos? ¿Quiere recuperar la industria estadounidense? Son preguntas que meses después de que Trump volviera a la Casa Blanca también evidencian el desconcierto que sigue provocando la ya no tan nueva istración estadounidense en sus socios tradicionales. Estos tratan de seguir los parámetros habituales en relaciones internacionales y en negociaciones de este tipo, como la comercial. Enfrente se encuentran con un Gobierno con el que ha habido incluso problemas de interlocución, no tanto en los niveles políticos sino más en los técnicos.

A pesar de esto, en las últimas semanas, ambas partes han intercambiado papeles. No obstante, desde el lado europeo se observa una diferencia clara a cada lado de la mesa. Mientras unos, los que hablan por Bruselas, plantean una plataforma de negociación articulada en la que se atienden puntos sensibles y demandas estadounidenses; los otros se limitan a hacer demandas unilaterales con cierto aire de imposición.

De esas demandas, sin embargo, sí que pueden sacarse alguna conclusión acerca de las prioridades de Washington. Una de ellas es el impuesto a las grandes compañías digitales, lo que en España se conoce como tasa Google. Desde el primer día ha sido una de las grandes críticas de Trump y eso se ha trasladado a la mesa de negociación. En la UE, hay varios países que tienen un gravamen de este tipo, entre ellos España, Francia, Italia, Austria, Hungría, Portugal, Polonia y Grecia.

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Sobre la firma

Manuel V. Gómez
Es corresponsal en Bruselas. Ha desarrollado casi toda su carrera en la sección de Economía de EL PAÍS, donde se ha encargado entre 2008 y 2021 de seguir el mercado laboral español, el sistema de pensiones y el diálogo social. Licenciado en Historia por la Universitat de València, en 2006 cursó el master de periodismo UAM/EL PAÍS.
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