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Columna
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La era de los antipapas con conejo

Un debate clave en la Iglesia es qué papa elegir para la era de Trump, los tecnoflipados y las autocracias

El presidente Donald Trump y la primera dama Melania Trump, junto al conejo de Pascua, en la Casa Blanca, en una foto del pasado 21 de abril.
Íñigo Domínguez

El día que eligieron papa a Jorge Mario Bergoglio en 2013 Donald Trump comentó: “El nuevo Papa es un hombre humilde, muy parecido a mí, probablemente por eso me gusta mucho”. El lunes compareció en la Casa Blanca a dar sus condolencias, pero con un conejo gigante, que daba miedo porque era más expresivo que su esposa. Luego ha ido al funeral, pero creo que más como un amigo mío, que acompañaba a los padres de su mujer al aeropuerto, no tanto para despedirlos como para asegurarse de que se iban.

En esta nueva era tenebrosa Trump se ha erigido casi como un antipapa, encarna los valores opuestos (“Una persona que solo piensa en construir muros no es un cristiano”, dijo de él Francisco en 2017). Un debate clave ahora en la Iglesia, que piensa a largo plazo, sobre el papel o el papelón que harán históricamente, es cómo afrontar este personaje y el mundo en auge que representa. Qué Papa elegir para la era de Trump, los tecnoflipados y las autocracias, cómo lidiar con esta fauna sin ser arrollados por ella. Porque aspiran a tener a la Iglesia de su parte, bendiciendo la cruzada y creen que el antipapa era Francisco: “El mal ha sido derrotado por la mano de Dios”, tuiteó el día de su muerte la diputada republicana Marjorie Taylor Greene (4,7 millones de seguidores). Es enternecedor que el último encuentro de Francisco, cara a cara con los nuevos bárbaros antes de irse, fuera precisamente con J. D. Vance y que este saliera de allí solo con unos huevos Kinder. Fue lo único que le dio el Papa, no creo que bendijera ninguna cruzada, no sé si llegaría a convertirle por segunda vez (Vance se convirtió en 2019, es un converso fanático), esta vez ya bien.

Una de las películas favoritas de Francisco era El festín de Babette (1987), un poco olvidada, como todo el cine adulto, ganó el Oscar al mejor filme extranjero. Cuenta la historia de un remoto pueblo danés, muy luteranos ellos, siempre de negro, comen fatal, reglas severas, donde llega una sa, huida de su país, que empieza a trabajar en una casa. Cocina muy bien, y un día hace un banquete espectacular, sofisticado, parisiense, a los vecinos. A Bergoglio le gustaba porque cuenta cómo un extraño irrumpe en una comunidad y la transforma, con su encanto es capaz de diluir la rigidez de normas y costumbres. En la propia Iglesia ha entrado el pánico porque al desmontarse la pompa muchos se han sentido desnudos. La película favorita de Trump, no sé, será American Pie 4 o el equivalente texano de Caray con el mayordomo… Bueno, lo he buscado y le gustan El Padrino, Uno de los nuestros y El bueno, el feo y el malo, se identifica con todos esos personajes, menos con el bueno, supongo. Mafiosos y matones. Estamos en un mundo que se endurece, cada vez más hostil, y al frente abundan payasos poderosos y personajes extravagantes, hasta un conejo que pasa por ahí. Una época marcada por la brutalidad y la indiferencia hacia la suerte de los demás, donde la tecnología parece dar la felicidad y falta el toque humano. Lo raro es alguien que dé sensación de sentido común, recuerde conceptos elementales. Por ejemplo: “Hay que decirlo claramente, hay quienes trabajan sistemáticamente y con todos los medios para rechazar a los migrantes, y esto, cuando se hace con conciencia y responsabilidad, es un pecado grave”. Ya, ya sé que este Papa en realidad ha hablado mucho y ha cambiado poco, pero es un Papa, no sé qué esperaban, no va a decir que le parece bien el aborto. Al menos yo espero alguien que se le entienda así de bien, que diga cosas así, que den un poco de vergüenza, que sea la última barrera contra los sinvergüenzas. Si no, ya notarán la diferencia.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Corresponsal en Roma desde 2024. Antes lo fue de 2001 a 2015, año en que se trasladó a Madrid y comenzó a trabajar en EL PAÍS. Es autor de cuatro libros sobre la mafia, viajes y reportajes.
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