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La reconstrucción se atasca en los comercios de la zona cero de la dana

Un tercio de los establecimientos afectados por la riada todavía no han conseguido abrir, según un reciente informe de la Cámara de Comercio de Valencia. Y una cuarta parte corre el riesgo de desaparecer

Marisol Solar, propietaria de una cafetería de Paiporta que abrirá sus puertas a mediados de mayo.
Luis Enrique Velasco

Marisol abrillanta una estantería. Mario aprieta unos tornillos en un cuadro eléctrico. Diego deposita unas mesas por estrenar. La reconstrucción está en marcha, pero no exenta de problemas en los municipios afectados por la dana. Han pasado más seis meses desde la tragedia que dejó 227 muertos y un desaparecido, 17.000 millones de euros en pérdidas, según el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE). La colosal cifra recoge los perjuicios de pequeños comercios como el de Marisol Solar, de 50 años, que en la mañana previa a la riada contaba los días para abrir su nueva cafetería en Paiporta.

La voraz inundación convirtió un simpático local por estrenar en un amasijo de lodo, ramas y electrodomésticos destrozados. ¿Cómo ha conseguido levantarse de nuevo? Solar explica que las ayudas económicas han sido un pilar fundamental. Su hermana preparó un crowdfunding desde Barcelona y varias empresas privadas pusieron su grano de arena. El resto se lo debe a la constancia y a la paciencia, declara mientras saca brillo a un anaquel metálico en su nuevo establecimiento. Si no pasa nada, en dos semanas este comercio volverá a servir cafés a los vecinos de la zona cero.

Los propietarios y comerciantes llevan meses sorteando obstáculos para reabrir sus negocios. La falta de mano de obra especializada, la demorada entrega de los pagos del Consorcio de Seguros en algunos casos y la escasez de materiales han frenado la recuperación económica de los pueblos afectados. Basta con caminar por Paiporta —la zona más golpeada, con 45 víctimas mortales— para ver que muchas de las heridas que dejó el agua todavía no se han cerrado. Numerosas plantas bajas han sido abandonadas, hay locales comerciales que han echado el candado definitivamente y diversos espacios públicos como polideportivos o parques infantiles siguen vetados al público.

Juan Carlos, propietario de un horno que había en Paiporta y que no volverá a abrir. Ahora ha sido contratado por Mari Carmen para trabajar en su negocio.

Un estudio publicado por la Cámara de Comercio de Valencia a finales de abril señalaba que la economía local, medida por el consumo energético, sigue funcionando a medio gas. Los municipios más perjudicados y cuyo grado de recuperación es más lento, según la Cámara, son los de Alfafar, Sedaví, Massanassa y Paiporta, los cuales registran retrocesos del uso energético superiores al 30% transcurridos cinco meses desde la catástrofe. Son también los que concentran un mayor volumen de actividad comercial y, en el caso de Paiporta, un mayor grado de destrucción.

La dana golpeó a más 8.000 comercios en todos los municipios afectados. Y según la Cámara de Comercio de Valencia, uno de cada tres negocios permanecían inactivos a finales del primer trimestre de 2025. “Los datos de marzo y abril evidencian que el ritmo de reapertura de los locales comerciales se ha ralentizado notablemente, en comparación con los meses anteriores, por lo que es muy probable que entre el 20% y el 25% de los locales comerciales no vuelva abrir en el corto y medio plazo”, advierte el estudio de esta entidad. La patronal Confecomerç es más pesimista en su pronóstico y estima que una cuarta parte del tejido comercial de las zonas golpeadas está en riesgo de desaparecer.

El caso de Juan Pérez (52 años) alimenta esta hipótesis. Este vecino de Paiporta entendió que no podía volver a empezar. El agua desarmó por completo su obrador de pan, herencia de sus padres, que operó junto a su hermano durante casi un cuarto de siglo, dejándole pérdidas cercanas a los 400.000 euros. El seguro, cuenta, solo se ha hecho cargo de un 40%, que ha utilizado para indemnizar a las trabajadoras despedidas. Cree que a su edad no tiene sentido comprometerse con un nuevo préstamo bancario. “Mis hijos tienen sus estudios y han hecho sus propias vidas. Ya no hay un motivo de peso para endeudarme de nuevo”, sostiene.

Pérez encontró trabajo en el único horno que sobrevivió al desbordamiento del Poyo: la panadería Real, que hornea sin interrupción en los últimos meses. Es la única amasadora que sirve pan y dulces en el municipio, de 32.000 habitantes. Este comercio abre sus puertas cuando aún no ha salido el sol para atender a la abultada clientela que rara vez evita hacer fila. “Hemos tenido que duplicar la plantilla”, explica su propietaria, Mari Carmen Alabau, de 55 años. El local de Alabau no sufrió grandes daños y pudo volver a funcionar a finales de año. Aun así, los gastos de mantenimiento y reparación se elevaron hasta los 90.000 euros, según la propietaria. Las otras tres panaderías del pueblo, de momento, no se han recuperado.

Desde Confecomerç exponen que hay numerosos establecimientos con expedientes de indemnizaciones del Consorcio de Seguros que no se han resuelto. Consideran urgente que al menos se anticipe un 50% de las indemnizaciones para agilizar las reaperturas. “Esto supondrá un balón de oxígeno para aliviar la situación compleja del sector comercial y facilitar la recuperación del pequeño comercio”, sostienen.

Aunque no todo son malas noticias. Como la panadería de Alabau, los negocios que han podido levantar las persianas se han visto obligados a ampliar la plantilla para dar respuesta a la creciente demanda. Los datos de la Cámara de Comercio valenciana reflejan que las contrataciones aumentaron considerablemente durante el primer trimestre de este año en comparación con el mismo periodo de 2024.

Arreglos eléctricos

Mario Pastuszak, de 23 años, culmina dos semanas de trabajo en la cafetería de Marisol Solar. Su labor ha sido reparar todo el sistema eléctrico que el agua, como en la mayoría de locales, averió. Es consciente de que los electricistas se han convertido en una rara avis en las zonas afectadas. Tras la inundación llegaron profesionales de toda España a reparar casas y negocios, pero conforme han pasado los meses el personal cualificado ha mermado en las zonas afectadas: instaladores de gas, de luz, de sistemas de agua; albañiles, pladuristas, cerrajeros o maquinistas. La escasez de todos estos perfiles era un mal crónico que afectaba al tejido industrial antes de la dana. Con el paso de la riada, la situación ha empeorado, coinciden los expertos. Pastuszak cree que al menos en Paiporta hay trabajo para “un par de años”.

A esto se suma la falta de materiales de construcción como maderas y metales para los muebles. La nueva cafetería de Soler ejemplifica este desafío. La empresa encargada de colocar los ventanales llegó casi un mes después de que Solar firmase el pedido. Cerca de 6.000 empresas pequeñas y medianas que trabajaban con el metal en la comunidad autónoma se han visto afectadas, según Vicente Lafuente, presidente de la Federación Empresarial Metalúrgica Valenciana (Femeval). La maquinaria de las fábricas ha quedado inutilizable, en gran medida al haber sido sepultada por el agua la noche de la riada.

Amparo (izquierda) y Mariluz, empleadas de la zapatería Rivera de Paiporta, que abrirá sus puertas de nuevo el 2 de mayo, mas de seis meses después de la dana.

El “triángulo del mueble”, fracturado

Poblaciones como Alfafar, Benetússer y Sedaví daban forma al conocido como “triángulo del mueble”. En Paiporta también se asientan numerosos almacenes que distribuyen mobiliario. La destrucción de la maquinaria especializada es el principal muro que obstaculiza la recuperación de este sector. “Nuestra maquinaria se fabrica a medida. Y algunas de estas máquinas pueden tardar hasta seis meses en ser enviadas”, expone Alejandro Bermejo, presidente de la Federación Valenciana del Mueble y la Madera (Fevama).

“En seis meses los clientes se nos van a otros sitios”, afirma Alejandro Bermejo, presidente de la Federación Empresarial de la Madera y Mueble de la Comunidad Valenciana (Fevama), quien también ha visto cómo la lenta recuperación está castigando la reputación del sector. Relata que hay clientes que creen que todas las empresas fabricantes siguen en shock, sin poder levantarse. “Particularmente, me ha tocado enviar fotos a los clientes que pensaban que habíamos dejado de fabricar”, lamenta. Calcula que el 20% del sector del mueble —donde coexisten cerca de 600 empresas— no volverá a operar.

Los agricultores también esperan que la maquinaria prometida llegue a despejar y reparar los caminos hacia las explotaciones. Bernardo Ferrer, vicepresidente de Asaja Valencia, no niega que han llegado ayudas directas para producción perdida o para reparar los sistemas de riego y bombeo. No obstante, la infraestructura —caminos, vallas, muros y canales— continúa inutilizable. Considera que las diferencias políticas entre el Gobierno central y el de la Generalitat han terminado lastrando la recuperación del sector primario valenciano. El Ministerio de Agricultura y Ganadería estimaba que 70.000 hectáreas habían sido afectadas en la provincia y Asaja calcula que las pérdidas ascienden a los 1.000 millones de euros. “¿Cuándo nos vamos a recuperar? En un tiempo incierto, la magnitud es muy grande”, señala Ferrer por teléfono.

“Esto va para largo”

Al filo del barranco, Diego Sánchez, de 36 años, pulsa un botón que levanta una reluciente persiana metálica. Detrás se esconde Thunder, un profundo y lóbrego bar que la dana sacudió, pero no pudo abatir. “Es una mierda porque era un negocio que funcionaba bien y encima reunía a mucha gente del pueblo en épocas festivas”, comenta Sánchez, que acaba de comprar nuevos muebles para su local. Mientras camina por su negocio recuerda dónde estaba cada elemento: allí había una barra de bebidas y aquí estaba el televisor. “Y este pilar casi se lo lleva por delante el agua”, señala.

— ¿Va a ser muy diferente el nuevo negocio?

— No mucho.

Defiende que sus ratos libres los dedica a la reforma o a ayudar a algún vecino que tiene algo destruido. “Al principio nos daba miedo abrir porque todo el pueblo estaba asolado y no había luces en las calles, ahora medianamente está tomando forma, pero sin duda esto va para largo”, declara este propietario, que aspira a que en su reformado negocio se pueda visualizar la final masculina de la Champions League a finales de mayo. A las afueras del local, casualmente, hay un cartelito pegado en un poste que invita a los vecinos a un festival local en mayo. ¿Su nombre? “Paiporta renace”.

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Sobre la firma

Luis Enrique Velasco
Colaborador de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con el foco puesto en el sector tecnológico y sus repercusiones sociales. Ha pasado por la sección de Economía del diario, así como por las redacciones de Empresas y Mercados, en Cinco Días, donde dio sus primeros pasos en el periodismo.
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