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El policía marroquí que pide asilo en Ceuta: “Estoy en pánico. Si España me devuelve a Marruecos, será el fin para mí”

El agente rifeño que reclamó protección internacional aguarda desde hace una semana en la frontera del Tarajal la decisión de la Audiencia Nacional sobre el rechazo del Ministerio del Interior a su solicitud

El policía marroquí M. C. (rostro pixelado) muestra documentos de solicitud de asilo en España, el lunes en dependencias de la frontera del Tarajal entre Ceuta y Marruecos, en una imagen cedida.
Juan Carlos Sanz

“Tranquilo. Ya estás en España y tu petición de protección internacional va a ser tramitada”, recuerda las palabras con las que le calmó el comisario del puesto fronterizo del Tarajal, entre Ceuta y Marruecos. El lunes de la semana pasada, el policía nacional M. C., nacido en Alhucemas hace 38 años, abandonó sobre las seis de la tarde su garita en el lado marroquí del paso internacional y caminó medio centenar de metros hasta la posición del primer agente español. “No. No hay ningún problema en la frontera. Quiero pedir asilo en España”, acertó a decir —“en estado de conmoción”, enfatiza en su relato— cuando acudió el jefe policial de turno. Pero siguió temblando hasta que el comisario le tranquilizó con buenas palabras. Le acompañaron después hasta las dependencias del Tarajal donde permanece —“custodiado, no detenido”, precisa— desde entonces y donde conversa por teléfono con EL PAÍS tras identificarse mediante una videollamada, y haber sido entrevistado por el diario local El Faro de Ceuta.

“Estoy en pánico. Si España me devuelve a Marruecos, será el fin para mí”, asegura este agente de la Seguridad Nacional de origen rifeño (norte de Marruecos, antiguo Protectorado español), que ha ejercido funciones desde hace 15 años en puestos como la frontera de Melilla o la gobernación de Tánger. Periódicamente, prestaba servicio también a la frontera del Tarajal. “Hace seis meses tomé la decisión de pedir asilo en España”, explica, “me quedó claro que las autoridades marroquíes nunca me iban a dar autorización para pedir el visado de entrada legal en Europa, a pesar de que los consulados suelen concederlo a los funcionarios”. El pasado día 19 fue la fecha elegida. No comunicó su decisión ni a familiares ni a amigos.

El agente en espera de asilo dice que cursó estudios universitarios de turismo y obtuvo un diploma de cocinero antes de aprobar la oposición de ingreso en la academia de policía de Kenitra (50 kilómetros al norte de Rabat). “No hubiese tenido problema para encontrar trabajo en España”, sostiene, “pero el acoso y la discriminación de los jefes policiales me obligaron a presentarse directamente en la frontera: fue la única salida que me dejaron”.

Protesta social en las calles de Alhucemas, en 2016.

“Presencié casos de discriminación de ciudadanos rifeños que no hablan dariya [árabe dialectal marroquí] a quienes no se quiso atender en comisaría porque solo se expresaban en amazig [lengua bereber]”, relata, “y eso es una forma de racismo. Cuando presentaba una queja, me decían siempre lo mismo: ‘jódete’, ‘no te metas”. M.C. asegura que no milita en ninguna organización política, ni participó en movimientos como el Hirak del Rif, que entre 2016 y 2017 desencadenó una oleada de protestas sociales por la falta de inversiones del Estado en el norte del país y en defensa de la identidad cultural amazig. “Soy simpatizante del Hirak, comparto sus reivindicaciones”, reconoce. Naser Zafzafi, líder de las revueltas del Rif, que tuvieron su epicentro en Alhucemas, cumple una condena a 20 años de cárcel junto a otros tres dirigentes del Hirak. Medio centenar de rifeños fueron sentenciados en 2018 a penas que oscilaron entre los tres y los 15 años de prisión.

“Mi vida, mi seguridad física y mental están en serio peligro si regreso a Marruecos. Temo ser torturado, castigado sin dejar rastro alguno, incluso pueden decir que sufro trastornos mentales... Lo sé bien porque trabajé dentro de ese sistema y conozco cómo se manejan las cosas en las sombras”, afirma en un mensaje de texto posterior a la conversación telefónica.

No es la primera vez que un miembro de las fuerzas de seguridad marroquíes pide asilo en Ceuta, precisa el portal digital informativo marroquí Bladi.net. En julio de 2021, dos meses después de que cerca de 8.000 migrantes irrumpieran en Ceuta, varios de las Fuerzas Auxiliares (policía militarizada) alcanzaron a nado su costa para pedir protección internacional. En septiembre de 2024, otro miembro de ese mismo cuerpo de seguridad fue detenido cuando intentaba llegar a Ceuta en una moto acuática con idéntico objetivo.

Paso fronterizo del Tarajal, entre Ceuta y Marruecos, en una prueba de la aduana comercial en enero de 2023.

Habitualmente, las solicitudes de asilo en Ceuta se producen en territorio español, después de haber llegado irregularmente por mar o tras haber saltado la valla fronteriza. Una petición de protección internacional en la misma frontera, como las que se registran en los aeropuertos, no tiene precedentes en el paso del Tarajal. La Comisión Europea propuso el mes pasado incluir a Marruecos en la lista de países de “origen seguro”, es decir, considerados respetuosos con los derechos humanos y sin conflictos armados internos. Eso implica que hay pocos argumentos para que sus ciudadanos puedan solicitar asilo en las fronteras de los Estados de UE. Bruselas busca así “racionalizar” las tramitaciones de protección internacional ante lo que considera un colapso de peticiones.

El auto dictado el viernes por la Audiencia Nacional recogía el contenido de la resolución del Director General de Protección Internacional, dictada en nombre del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, que denegó el asilo al agente marroquí. Consideraba que las alegaciones presentadas son “incoherentes, contradictorias, inverosímiles, insuficientes o que contradicen información suficientemente contrastada sobre su país de origen”. Por todo ello, juzgó “infundada” su solicitud por el hecho de “albergar un fundado temor a ser perseguido o a sufrir un daño grave”.

Carné profesional del policía marroquí M. C., que ha solicitado asilo en Ceuta.

Desde una oficina de la frontera del Tarajal reconvertida en su alojamiento provisional, el policía marroquí M. C. refiere que cobra unos 6.500 dirhams (620 euros), un sueldo mensual que le permite mantenerse como persona soltera y sin hijos en un país donde el salario mínimo ronda los 300 euros. En su recurso ante la Audiencia Nacional alega que su origen rifeño y sus quejas ante sus superiores por casos de pago de rascas (sobornos) que otros agentes exigían en la frontera de Melilla acarrearon una situación de discriminación profesional, lo que le impidió ascender de categoría policial y conllevó sucesivas sanciones.

“Lo peor fue cuando otros policías me advirtieron de que las mafias de la frontera iban a acabar conmigo, y que era mejor que me callara, ya que mis denuncias no iban a servir para nada”, desvela. “Hay muchos agentes que piensan como yo; algunos se han marchado ya a Europa con visado para empezar otra vida. De alguna forma, con mi decisión de pedir asilo en España, me estoy sacrificando con una situación de gran estrés”.

Reverso del carné profesional del policía marroquí M. C., que ha solicitado asilo en Ceuta.

“Mi petición de asilo ha sido rechazada por el Gobierno español, pero sigo aferrado a la esperanza”, manifiesta después de que el juzgado de lo contencioso de la Audiencia Nacional itiese el viernes una “medida cautelarísima” que frenó su devolución hasta que se resuelva el recurso. “He padecido injusticias, opresión y tortura psicológica que han dejado una profunda huella. Espero que mi voz sea escuchada, que mi caso sea tratado con justicia. Tengo plena conciencia de que voy a sufrir represalias si soy devuelto a Marruecos”, declara con voz temblorosa, mientras implora que se dé a conocer su situación. “Por las noches me despierto asustado al escuchar el menor sonido. Entonces pienso que me van a deportar o vienen a hacerme daño”, remacha. “Mi miedo crece día a día”.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.
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