window.arcIdentityApiOrigin = "https://publicapi.elpais.noticiasgauchelpais.noticiasgauchas.com";window.arcSalesApiOrigin = "https://publicapi.elpais.noticiasgauchelpais.noticiasgauchas.com";window.arcUrl = "/subscriptions";if (false || window.location.pathname.indexOf('/pf/') === 0) { window.arcUrl = "/pf" + window.arcUrl + "?_website=el-pais"; }“Renaturalizar la ciudad es recuperar el oxígeno”: las seis arquitectas que han convertido una calle de Barcelona en jardín público | EL PAÍS Semanal: Personajes | EL PAÍSp{margin:0 0 2rem var(--grid-8-1-column-content-gap)}}@media (min-width: 1310px){.x-f .x_w,.tpl-noads .x .x_w{padding-left:3.4375rem;padding-right:3.4375rem}}@media (min-width: 1439px){.a .a_e-o .a_e_m .a_e_m .a_m_w,.a .a_e-r .a_e_m .a_e_m .a_m_w{margin:0 auto}}@media (max-width: 575.98px){._g-xs-none{display:block}.cg_f time .x_e_s:last-child{display:none}.scr-hdr__team.is-local .scr-hdr__team__wr{align-items:flex-start}.scr-hdr__team.is-visitor .scr-hdr__team__wr{align-items:flex-end}.scr-hdr__scr.is-ingame .scr-hdr__info:before{content:"";display:block;width:.75rem;height:.3125rem;background:#111;position:absolute;top:30px}}@media (max-width: 767.98px){.btn-xs{padding:.125rem .5rem .0625rem}.x .btn-u{border-radius:100%;width:2rem;height:2rem}.x-nf.x-p .ep_l{grid-column:2/4}.x-nf.x-p .x_u{grid-column:4/5}.tpl-h-el-pais .btn-xpr{display:inline-flex}.tpl-h-el-pais .btn-xpr+a{display:none}.tpl-h-el-pais .x-nf.x-p .x_ep{display:flex}.tpl-h-el-pais .x-nf.x-p .x_u .btn-2{display:inline-flex}.tpl-ad-bd{margin-left:.625rem;margin-right:.625rem}.tpl-ad-bd .ad-nstd-bd{height:3.125rem;background:#fff}.tpl-ad-bd ._g-o{padding-left:.625rem;padding-right:.625rem}.a_k_tp_b{position:relative}.a_k_tp_b:hover:before{background-color:#fff;content:"\a0";display:block;height:1.0625rem;position:absolute;top:1.375rem;transform:rotate(128deg) skew(-15deg);width:.9375rem;box-shadow:-2px 2px 2px #00000017;border-radius:.125rem;z-index:10}} Ir al contenido
_
_
_
_

“Renaturalizar la ciudad es recuperar el oxígeno”: las seis arquitectas que han convertido una calle de Barcelona en jardín público

Repensar la relación de las urbes con la naturaleza es el gran reto para afrontar el impacto del cambio climático en las ciudades y ganar calidad de vida para sus vecinos

Las arquitectas de Cierto Estudio, frente al edificio de vivienda social de la renovada plaza de de las Glòries, en Barcelona. De pie, de izquierda a derecha, Lucía Millet, Marta Benedicto, Anna Llonch y Clara Vidal con su hijo Gabriel. Sentadas, Carlota de Gispert e Ivet Gasol.
Anatxu Zabalbeascoa

Se llaman Cierto Estudio porque quieren ser certeras y, a la vez, humildes. Ofrecen soluciones domésticas y urbanas que están alterando la manera de vivir, el urbanismo e incluso el civismo. Nacidas en Barcelona —menos Marta Benedicto, que es de Tarragona—, tienen 37 años y todas han vivido fuera de España, han reaprendido a mirar la ciudad y han cambiado de opinión. Esto último es importante. “Nosotras nos movíamos en moto. Hoy llegamos al estudio en bicicleta. Barcelona ha cambiado para que eso sea posible y hemos sabido aprovechar esos cambios”, explica Benedicto.

Las seis proyectistas que forman el estudio, Carlota de Gispert, Ivet Gasol, Anna Llonch, Lucía Millet, Marta Benedicto y Clara Vidal se conocieron en la escuela de arquitectura de Barcelona, la ETSAB. “Nos gustaban los mismos profesores, gente como Xavier Monteys, que nos enseñó la estrecha relación que existe entre la calle y la casa”. Ganaron su primer concurso, la peatonalización de la calle Consell de Cent en el Eixample, explicando que querían convertir la vía en una estancia más de las viviendas.

Jardín interior del edi ficio de vivienda social de la plaza de las Glòries, proyecto de Cierto Estudio.

Cuando hacían el proyecto de final de carrera comenzaron a compartir espacio. “Pagábamos el alquiler entre todas y nos ayudábamos”. Sacaban el dinero de la media jornada que trabajaban en otros despachos. “Llegábamos a las cuatro y nos quedábamos hasta las doce de la noche”. “Es cierto que hemos ganado siete concursos. Pero también que nos hemos presentado a 80. Con el tiempo hemos aprendido a poner límites. Lo damos todo, pero sin volvernos locas”, explica De Gispert.

—¿Hacer arquitectura no es rentable?

—Se junta la cantidad de concursos a los que tienes que presentarte para ganar alguno con la autoexigencia, porque cada revisión mejora lo que haces. Venimos de una generación en la que el sacrificio ennoblecía. La que viene ahora piensa distinto. Las becarias, a las que pagamos —aclara De Gispert—, nos han hecho poner en valor nuestro tiempo libre. El resultado es que hemos crecido más lentamente. Pero puede que con pasos más firmes.

Tenían 28 años cuando ganaron un concurso destinado a dignificar la vivienda pública arreglando, además, el barrio barcelonés de Glòries. Su idea era un patio compartido y viviendas sin jerarquías. “Durante décadas se ha repetido un modelo de piso. ¿Por qué la habitación de matrimonio tiene que ser la más grande, si los hijos necesitan espacio para estudiar? ¿Por qué los pasillos no pueden utilizarse para no desperdiciar metros cuadrados?”, dice De Gispert. En Glòries, Cierto Estudio reinterpretó la manzana del ensanche barcelonés que ideara Cerdà: sus bloques de viviendas están atravesados por una calle peatonal que es un jardín público. Esa idea de fundir barrio y vivienda es, para ellas, sinónimo de calidad de vida. Pone a las personas por delante del miedo al otro y por delante de la rentabilidad económica.

Azotea del edificio de vivienda social de Cierto Estudio en la plaza de las Glòries
de Barcelona.

En Glòries construyeron su edificio con estructura de madera. “En 2017 era el inmueble de madera más alto que había en España y la madera transforma el CO2 en oxígeno”. El pino de esa estructura proviene de bosques reforestados gallegos. Con todo, consideran que, para actualizar las viviendas, más importante que la sostenibilidad es repensar su distribución. “Sobre sostenibilidad ya existe concienciación. En cambio, el código técnico de habitabilidad continúa basado en una vivienda de antes. La sociedad va más rápida que las normas. Hace un siglo que las viviendas sociales repiten un mismo esquema. Como si la vida y las familias no hubieran cambiado”, apunta De Gispert. Ellas hablan de diseñar con perspectiva de género.

—Yo escribo “perspectiva de género” y pierdo cien lectores.

—Nos sucede lo mismo con el urbanismo feminista, que no es más que un urbanismo que nos tenga en cuenta a todos: hombres y mujeres, niños y ancianos para diseñar las zonas de descanso y la velocidad de la ciudad. Las palabras están politizadas. Hay gente que prefiere decir que hacemos urbanismo feminista a que hacemos urbanismo para todos. Pero es lo mismo.

Romper una manzana del Eixample, atravesarla por un pasaje ajardinado, es a la vez revolucionario y una actualización de la tradición. “El ensanche que diseñó Ildefons Cerdà tenía parques en el interior de todas las islas. Nunca se cumplió, pero Barcelona lo está corrigiendo. Nuestra responsabilidad como arquitectos es no aislar a los ciudadanos”, explica De Gispert. “Los efectos de que la gente conviva son inmediatos. Con un banco al sol o un árbol que da sombra aflora el civismo. Los edificios de obra nueva deben mostrar qué modelo de ciudad y convivencia defienden”.

La calle Consell de Cent, en Barcelona, una de las vías que atraviesan el Eixample.

Opinan que, tanto en Latinoamérica como en algunas zonas de España, las urbanizaciones en torno a una zona ajardinada privada son la no ciudad. “Son búnkeres. Hablan del miedo al otro”. “Es cierto que tener zonas verdes abiertas supone un coste en mantenimiento, pero fomenta un modelo urbano de cohesión social. Creemos que no solo los ayuntamientos deben crear y proteger los espacios de convivencia. La apuesta privada por compartirlos mejora las ciudades”.

En la peatonalización de casi tres kilómetros de la calle Consell de Cent de Barcelona se plantearon si la seguridad consistía en poner rejas o en poder caminar sin miedo. “Nos presentamos al concurso justo después de la pandemia. No todo el mundo tiene terraza. Era necesario reconquistar la ciudad”, señala Benedicto. Se dieron cuenta de que en todo el Eixample no había ni un solo banco para sentarse. Y empezaron por ponerlos. “Entendemos que la calle no es un parque, pero puede ser un espacio con vegetación. Un árbol aguanta la humedad y forma una cúpula de sombra que rebaja la temperatura y el ruido. Esa es otra clave de buena convivencia”, sigue Benedicto.

¿Por qué existe resistencia a algo que beneficia a todos? “Es habitual pensar que si una calle se peatonaliza la de al lado doblará su tráfico. Pero está medido, no ocurre. Lo que sucede es que cada vez se utiliza menos el coche particular para moverse por la ciudad”.

Ellas ganaron el concurso alegando que la última estancia de una vivienda estaba en la calle. Esa idea es más una ambición social que una forma arquitectónica. Y eso también es un cambio de paradigma: “Pensamos en la vida de la gente por encima de la forma de las calles. Cuando inauguramos la peatonalización nos dimos cuenta de que daba igual quién la hubiese hecho”, explica De Gispert. “Éxito es ver cómo la gente agradece tener una mesa para cenar en la calle. Cómo la recogen y la dejan limpia. Con espacio para la gente en las calles nos volvemos más amables. Nos conocemos. Aprendemos a convivir. Los valores de una vida mejor afloran”.

Asocian la vida mejor a quedarse en la calle. A caminar y a pedalear. “Esto no es una moda. Igual que llegaron los coches, han llegado las bicicletas”, insiste De Gispert, que, embarazada, sigue pedaleando. “En Barcelona ha costado aprender a convivir con las bicicletas. Pero todos nos beneficiamos de vivir con menos ruido y polución”.

“Nosotras no somos activistas de ningún movimiento ciudadano. Pero hemos visto cambiar la ciudad y hemos cambiado con ella”, explica Benedicto. “Agradecemos los circuitos para llegar al trabajo pedaleando. Los utilizamos y, como arquitectas, los fomentamos”.

Advierte de que las buenas ideas acaban politizándose, que cambian los partidos y alteran los nombres de las iniciativas. “Pero la restricción de los coches y la renaturalización de las calles no tienen vuelta atrás. Lo llamen como lo llamen”. De Gispert sostiene que el Eixample barcelonés ha ido cambiando, “aunque la gente se pensaba que no podía cambiar, la gente que lo critica dentro de unos años pensará: ¿cómo puede ser que no lo viéramos?”.

Cada una de las seis socias pasó un año de Erasmus en una ciudad distinta: Oslo, Glasgow, Múnich, París… Por eso hablan de ampliar la mirada, de coger lo bueno y evitar lo malo. ¿Y qué es lo malo? Los urbanismos cerrados, el exceso de cámaras. “Defendemos un urbanismo sano: calles en las que la gente quiera quedarse. Niños jugando en las calles más que zonas de juegos para niños”.

Confiesan la ambición de trabajar en el norte de Europa. De momento, han ganado un concurso para construir 139 viviendas y una residencia de estudiantes en Burdeos. “En ciudades como París tienen más carriles bici. Pero en renaturalización y pacificación gana Barcelona”, explica Benedicto, que actualmente vive en la capital sa. Renaturalizar es recuperar el oxígeno. Que crezca la vegetación. Por pacificación entienden calles con plataforma única, con todo, calzada y acera, al mismo nivel. Eso reduce la velocidad y hace que quien se desplaza en silla de ruedas se pueda mover con la facilidad de quien camina.

“España —Bilbao, Vitoria, Barcelona o Valencia— tiene una tradición de urbanización con estándares muy altos. En París están acostumbrados a asfaltarlo todo, incluso las aceras, y ahora, con el cambio climático, empiezan a padecer el calor que se acumula en el asfalto y su incapacidad para absorber la humedad”, dice Benedicto. Una de las claves de su intervención en la peatonalización de la calle Consell de Cent son los SUDS (sistema urbano de drenaje sostenible), macroparterres que ayudan a descargar la red de drenaje para infiltrar el agua en el subsuelo e ir luego soltándola cuando es necesaria. “Una parte esencial del urbanismo no se ve. Ahora, lo que está bien debajo define lo que sucederá arriba”.

Creen que han ganado concursos porque su inexperiencia no las hacía esclavas de ideologías urbanísticas. “Nuestras ideas son más de usuarias que de proyectistas. Las mujeres con frecuencia tenemos un lado muy práctico. Nuestra arquitectura busca cuidar al ”, dicen. Ni son hijas de arquitectos —solo una, Anna— ni ninguna está casada con uno. Puede parecer una anécdota, pero también construye un cambio de paradigma. “Que nuestras parejas no sean arquitectos nos ha ampliado el punto de vista. Nos encanta llegar a casa y pensar en otra cosa”, coinciden. Aunque reconocen: “Nuestras parejas son ya un poco arquitectos: están acostumbrados a fijarse en la ciudad. Nos han ayudado mucho”.

También han trabajado con otros estudios. En la peatonalización de Consell de Cent colaboraron con B67 y con los paisajistas de Lea Atelier. En las viviendas de Glòries, los paisajistas fueron Beatriz Borque y Miquel Mariné. Defienden una vegetación asilvestrada, natural y de fácil mantenimiento. Su sueño cívico es el que se da en los parques de París, donde el coge la silla y la pone donde quiere: mirando un estanque, bajo la sombra de un árbol o juntándola con la de otros. Y concluyen: “Nos interesa el diseño sin preconcepciones, sin imposiciones. Cuanto más nos apropiemos del espacio común, más civismo va a haber. No esperes que te lo limpien, déjalo limpio. Es importante sentir que la ciudad es tuya. Las calles no son solo para llegar a los sitios. Son un lugar de convivencia. Por eso defendemos tratar la calle como lo que es: una extensión de tu casa”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad , así podrás añadir otro . Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_