Perera, San Amargado y la neotauromaquia
El extremeño pincha una faena muy aplaudida ante el mejor toro de una mansa, noble, blanda y descastada corrida de Fuente Ymbro

Si alguien preguntara por el significado de neotauromaquia, bien podríamos poner de ejemplo el espectáculo acontecido en la tercera de la Feria de San Isidro. Un festejo de larguísima duración (casi dos horas y 45 minutos), aburridísimo, y en el que la casta y la torería no hicieron acto de presencia.
Una corrida desigual de presentación de Fuente Ymbro, mansa en los caballos, y que derrochó tanta nobleza como falta de fuerza y casta brava. “Sí, pero lidió un gran toro”, dirán algunos. Bueno, depende lo que cada uno entienda por gran toro. Si lo que quieren es un animal inédito en el primer tercio, pero de infinita nobleza, fijeza, clase y humillación en la muleta, sí, Amargado, que así se llamaba el bendito, lo fue. Si, en cambio, lo que esperan es uno que pelee en varas, persiga en banderillas y derroche casta, exigencia y emoción hasta el final, ni mucho menos.
“Hombre, pero Perera hizo una gran faena; si no llega a pinchar corta las dos orejas”, añadirán otros. Depende, “de qué depende”, que diría la canción. Sí, si el extremeño hubiese enterrado la espada a la primera, seguramente, habría paseado el doble trofeo. Teniendo en cuenta la ínfima exigencia de esta nueva plaza de Las Ventas, eso tampoco quiere decir mucho. Y aún más que discutible es lo de la gran faena.
Perera, que de tonto no tiene un pelo, ya vislumbró la calidad de San Amargado de salida. Ordenó al picador que apenas le castigara, y así se hizo. Brindó al público sabedor de lo que tenía entre manos y lo citó, de rodillas, en el centro del ruedo. Y allá que se fue al galope el de Ricardo Gallardo. Al vibrante inicio de faena le siguieron cuatro tandas, por el lado derecho, de muletazos repletos de temple, poder y largura, ejecutados, sin embargo, en línea y con la suerte descargada.
El toro, fijo y entregado hasta más no poder, no hizo un extraño. En vez de exigir, obedeció. Qué triste. Y Perera, tumbado casi siempre, se explayó. No faltaron los cambios de mano, tan infalibles para este público de aluvión, y demás suertes rias. Por el contrario, poco o nada de toreo al natural. Una tanda corta y accidentada y se acabó.
Un aviso escuchó en ese toro y otros dos en el primero, un sobrero de Chamaco que sustituyó al titular, lesionado al salir de chiqueros. “¡Qué cansino eres!”, le llegaron a gritar desde el tendido. No le importó que el astado se rajara a la primera de cambio, ni que embistiera reservón y a la defensiva; Perera insistió e insistió en una labor pesadísima.
A los corrales también regresó el quinto, este por inválido. De nuevo, otro viejo sobrero de Chamaco, igual de manso y reservón que su hermano. Un toro que pedía, precisamente, lo que Ureña no le ofreció: mando. Apático y frío, anduvo a la deriva, citando siempre con la muleta retrasada y ensayando medios pases, la mayoría enganchados. No estuvo mejor con el segundo de la tarde, mansito, aunque con prontitud y movilidad. Ureña, que se la había jugado en un quite por gaoneras, no se acopló y estuvo muy despegado.
Noble y soso resultó el lote de Ginés Marín, sobrado de oficio y entrega. Se gustó en un muy torero inicio de faena al tercero -buenos los trincherazos y pases del desdén- y construyó una labor que fue de menos a más en el último, al que mató bien. Y eso, hoy en día, ya es mucho.
Fuente Ymbro / Perera, Ureña, Marín
Toros de Fuente Ymbro, desiguales de presentación (muy justo el 1º y mal presentado el 6º), mansos, nobles, blandos y descastados; el cuarto, de gran calidad en el último tercio; y dos sobreros (1º bis y 5º bis) de Chamaco, bien presentados, mansos y reservones.
Miguel Ángel Perera: estocada ligeramente trasera y contraria —aviso— dos descabellos —segundo aviso— (silencio); pinchazo —aviso— medio espadazo caído y atravesado, estocada muy atravesada que hace guardia y un descabello (saludos).
Paco Ureña: pinchazo —aviso— y media estocada desprendida y atravesada (silencio); tres pinchazos, estocada desprendida, trasera y atravesada —aviso— y dos descabellos (silencio).
Ginés Marín: pinchazo y estocada baja (silencio); estocada (vuelta al ruedo).
Plaza de toros de Las Ventas. 11 de mayo. 3ª de la Feria de San Isidro. Más de tres cuartos de entrada (21.698 espectadores, según la empresa).
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