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Daniel Gómez, botánico: “Cuando regalamos flores, regalamos órganos sexuales”

Este investigador del Instituto Pirenaico de Ecología de Jaca incide en lo mucho que se desconoce todavía de las plantas, en especial, de la parte subterránea

Daniel Gómez investigador del Instituto Pirenaico de Ecología de Jaca
Clemente Álvarez

Cuando los botánicos del pasado recolectaron plantas que clasificaron y guardaron en colecciones científicas, no podían ni imaginar las aplicaciones que esto tendría para los investigadores actuales. Por eso, como explica Daniel Gómez (Jaca, 68 años), biólogo que estuvo 35 años a cargo del herbario del Instituto Pirenaico de Ecología de Jaca (IPE-CSIC) —el tercero más grande del país con 650.000 registros—, hoy en día una de las cuestiones clave en la custodia de estas valiosas bibliotecas de la naturaleza es cómo registrar los especímenes para que puedan servir en el futuro en utilidades ahora totalmente desconocidas. Este apasionado de la flora y la ecología de montaña es como un diccionario vivo de botánica. Sin embargo, él atribuye cualquier mérito a todos aquellos que han contribuido a acumular conocimiento con estas colecciones científicas y recalca lo mucho que se desconoce todavía de las plantas.

Pregunta. ¿Desconocemos mucho más de las plantas de lo que se piensa?

Respuesta. Exacto, de las plantas, como en la naturaleza en general, y en casi todo, desconocemos mucho más de lo que conocemos. Ni siquiera tenemos una medida de lo que desconocemos. Los naturalistas del siglo XVIII antes de Darwin nunca imaginaron que muchos años después algunas plantas que recogerían serían objeto de análisis genéticos, porque ni siquiera se conocían los genes. Eso mismo nos pasa ahora a nosotros. Por referirnos solo a un aspecto, las plantas son un arsenal químico. De hecho, están en el origen de muchas medicinas que utilizamos. Ahora, conforme avanzan las técnicas de análisis en química, en plantas que se creía que ya conocíamos sus componentes se encuentran nuevos alcaloides, nuevas sustancias… En realidad, de las plantas, muchas veces, solo conocemos el nombre.

P. ¿Hay todavía mucho que descubrir de lo que está bajo tierra?

R. Sí, porque en nuestra observación de la naturaleza tenemos un sesgo, vemos solo lo que podemos mirar, que es lo que asoma del suelo. Lo que vemos de una planta son sus hojas, que equivalen a sus placas fotovoltaicas, y las flores, sus órganos sexuales. Cuando regalamos flores, regalamos órganos sexuales. Pero es la parte subterránea la que gobierna la planta. De hecho, lo que perdura está bajo tierra y son sus raíces. En invierno, muchas especies pierden la parte aérea, los árboles tiran la hoja, lo tiran todo, y luego renacen en la primavera siguiente de las raíces.

P. ¿Qué misterios de las plantas le intrigan más?

R. Las orquídeas tienen una biología similar a la de plantas como las cebollas, las zanahorias o las patatas, en las que lo que comemos es subterráneo. Estas especies comestibles y otras ornamentales están formadas por unos bulbos bajo la tierra de la que salen cada año las flores y las hojas. Pues bien, hay plantas como la orquídea fantasma (Epipogium aphyllum) que pueden estar 30 años sin asomar a la superficie. Solo salen en años determinados, suponemos que porque no encuentran las condiciones apropiadas, pero no sabemos qué factores gobiernan este comportamiento.

El botánico, en la sede del instituto en Jaca esta semana.

P. ¿Es un error pensar que las plantas no se mueven?

R. Las plantas individuales no se mueven, pero sí las poblaciones de plantas, por las semillas. De hecho, ninguna de las especies que tenemos en España posiblemente se ha originado aquí, todas son inmigrantes. Las semillas pueden volar muy lejos y permanecer siglos esperando el momento oportuno para salir y dar un nuevo individuo.

P. ¿Por qué es tan importante conservar los herbarios?

R. Con los avances de la genética, la microbiología, la biología molecular, a veces se piensa que estas colecciones son obsoletas, una cosa decimonónica, y en muchos sitios se descuidaron y han desaparecido. Sin embargo, si se pierde, esto es irrecuperable. Aquí tenemos plantas de hace cien años, pero en los herbarios de Madrid o Barcelona hay ejemplares de 300 años. Estas colecciones suponen un trabajo ingente de muchas personas, y solo eso exige su custodia. Pero, además, como ya hemos comprobado en el pasado, esto tiene un enorme valor que todavía no nos podemos ni imaginar. Por ejemplo, una de las causas de la extinción o la gran disminución de los anfibios es un hongo y una de las cosas que estamos estudiando aquí en Jaca es si ese hongo estaba ya en los ejemplares antiguos de las colecciones zoológicas o es de nueva aparición.

P. ¿Está desapareciendo el investigador que se dedicaba a recolectar y describir plantas?

R. Sí, se está perdiendo en parte, porque la ciencia tiene sus corrientes, sus modas. La taxonomía, el estudio de la biodiversidad, ha caído en picado, porque ahora lo que está más en boga son los descubrimientos genéticos, de biología molecular. Hay pocas plazas de investigador para taxónomos y luego los resultados científicos se valoran mucho menos. Paradójicamente, conocemos apenas el 1% de la biodiversidad del planeta. Hablamos mucho de conservar la biodiversidad, pero ¿cómo podemos conservar lo que no conocemos?

P. ¿Cómo se está sustituyendo este trabajo con voluntarios?

R. Intentamos suplir el trabajo de los profesionales con lo que llamamos ciencia ciudadana. Nosotros en Aragón tenemos un proyecto pionero en Europa que cuenta con la participación de 400 voluntarios, todos ajenos profesionalmente al mundo de la biología. Está liderado por una compañera del instituto que se llama Begoña García y cada uno de los participantes debe realizar el seguimiento de una planta distinta, considerada como un bioindicador. El conteo anual de estas plantas nos permite realizar un diagnóstico de la salud de toda la región. Claro, esto resulta impensable hacerlo con profesionales pagados.

P. ¿No se baja el nivel por estudiar la biodiversidad con voluntarios amateurs?

R. Ahora hay amateurs en España que tienen más conocimientos de biodiversidad que los profesionales, por fin llegó aquí lo que antes nos daba tanta envidia de otros países europeos como el Reino Unido o Francia. Hay mucho nivel entre los voluntarios, aunque luego este trabajo debe estar coordinado por un científico que ponga la visión y elabore los datos.

P. ¿Qué le parecen las aplicaciones de móvil que ayudan a identificar plantas sin necesidad de ningún conocimiento en botánica?

R. Es un gran avance, pero no hay que creerse que con eso ya se conoce la naturaleza. Imagínate que pudieras enfocar con tu móvil a una persona por la calle y que te apareciera en la pantalla que se llama Luis Pérez. Con eso seguirías sin conocer nada. La aplicación te da un nombre de la planta, pero eso es una parte minúscula. A veces se dice que con esto para qué hace falta un botánico, un profesional, pero el científico tiene que ir mucho más allá, el nombre no vale nada.

P. ¿Qué cuenta el herbario de Jaca sobre el cambio climático?

R. Nosotros en el instituto preferimos hablar de cambio global, es decir, del cambio que acontece en la naturaleza, una parte del cual es el clima. Y eso no es nada nuevo, porque ya lo dijo Heráclito, la naturaleza cambia, nosotros también. La cuestión es la velocidad del cambio. Nosotros ahora cogemos ejemplares antiguos del herbario, anotamos las localidades donde se encontraron y volvemos allí para comprobar si siguen o han desaparecido.

P. ¿Y qué es lo que están encontrando?

R. Pues si nos referimos al cambio global es también porque la mayor extinción de especies que tenemos anotadas son de plantas relacionadas con las tierras de cultivo. Obviamente, por el uso de pesticidas. La desaparición de ese tipo de plantas es mucho mayor que la que podemos asignar todavía al aumento de la temperatura. Un ejemplo de esto es la amapola. Hace unos años los campos estaban todos rojos de amapolas, ahora ya no se ven prácticamente.

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Sobre la firma

Clemente Álvarez
Es el coordinador de la sección de Clima y Medio Ambiente de EL PAÍS y está especializado en información ambiental, cambio climático y energía. Ha trabajado para distintos medios en España y EE UU, como Univision, Soitu.es, la Huella en La2 de TVE... Fue también uno de los fundadores de la revista Ballena Blanca.
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