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Lectura
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Leer para pensar

La lectura nos da una voz, nos permite identificarnos con los demás, con sus realidades y sus vivencias, con sus dolores y sus triunfos; leer nos ayuda a salir de nuestra propia burbuja

Dayana Burgos, mujer privada de la libertad, busca libros en la biblioteca de la Cárcel El Buen Pastor

Hace 10 años tuve que ir a Uribia, en La Guajira, uno de los departamentos más desiguales y complejos de Colombia, a impartir un taller a madres comunitarias. Mujeres fuertes y valientes que, en nuestro país, ayudan en la crianza de los niños de su comunidad mientras otras madres deben salir a trabajar. Cuidan, en sus casas, a entre 10 y 14 niños de sus barrios. Los acompañan en los cinco primeros años de vida, quizás, la etapa más crucial en la formación de los seres humanos.

En ese entonces, desde Fundalectura, formamos en el país a 52.000 madres comunitarias con la intención de que ellas pudieran ser, además de cuidadoras, mediadoras de lectura y que estos niños que habitan los más recónditos lugares de la geografía colombiana pudieran convertirse en lectores.

Ese día el ambiente estaba enrarecido. Más de 70 mujeres estaban allí para recibir la formación, pero se notaba que había algo que las asustaba. Yo no entendía muy bien. El taller comenzó sin contratiempos, excepto por la presencia de dos extraños que no se movieron de la puerta en toda la mañana. En cuanto terminamos la primera parte, uno de ellos se acercó.

—Seño… ¿Usted está trayendo libros?

—¡Así es! —dije yo, muy entusiasmada—. ¡Para sus niños y sus familias!

—¡Ay, seño! A nosotros no nos gusta que ustedes traigan libros, los libros les enseñan a nuestras mujeres a pensar… y nosotros…. No queremos que piensen.

Me quedé congelada, no podía entender lo que estaba pasando.

—Aquí le tenemos una camioneta lista para que vaya a ver el atardecer de hoy en su casa en Bogotá.

Me quedé en silencio, debo confesar que tuve miedo. Uribia era, en ese momento, un territorio controlado por paramilitares. Me subí en esa camioneta pensando en mis hijas, y en la cara de desilusión de las mujeres mientras me tenía que ir.

Lloré en ese avión y pensé en el poder que tienen los libros, en cómo podíamos lograr con ellos que no nos silenciaran más. Pensé en que el trabajo que hacemos desde hace 35 años en Fundalectura vale la pena; que, si un puñado de hombres le teme a la lectura porque da poder a quienes no lo tienen, lo estábamos haciendo bien; que el proyecto de llevar libros a cada rincón del país no solo era revolucionario, sino completamente necesario. Llevo 10 años al frente de esta Fundación, viendo cómo cada vez que entregamos libros, formamos docentes, mediadores o promotores, las comunidades florecen.

En 2014, de la mano del Ministerio de Cultura, Fundalectura llevó a cabo el primer estudio de retorno social de la inversión de libros en primera infancia en Colombia. Los resultados fueron sorprendentes: por cada peso invertido en el Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas, retornaron 4,8 a las comunidades. Esto fue evidente no solo en un descenso en la deserción escolar de los niños, sino también en un mejor uso del tiempo libre, lo que redujo la ocupación carcelaria de jóvenes o su ingreso a prácticas delincuenciales.

Pero lo más impactante fueron los cambios en las pautas de crianza de las familias usuarias de las bibliotecas. Los padres y cuidadores se volvieron más tolerantes, educando a sus hijos sin recurrir a la violencia. Si conseguimos que nuestros niños crezcan más protegidos, si conseguimos que los argumentos y la conversación reemplacen los golpes, estaremos apostando por un país con generaciones más empáticas, solidarias y menos violentas.

Las diferencias en las creencias pueden llevar a conflictos y abrir los horizontes de los ciudadanos para que comprendan el mundo desde diferentes perspectivas es un objetivo esencial. Disentir no solo es válido, sino necesario para entender al otro. La lectura nos da una voz, nos permite identificarnos con los demás, con sus realidades y sus vivencias, con sus dolores y sus triunfos; leer nos ayuda a salir de nuestra propia burbuja, y a encarnar la empatía que necesitamos para avanzar como sociedad.

Irene Vallejo, autora española, dice bellamente en su manifiesto por la lectura: “Leer nunca ha sido una actividad solitaria, ni siquiera cuando la practicamos sin compañía en la intimidad de nuestro hogar. Es un acto colectivo que nos avecina a otras mentes y afirma sin cesar la posibilidad de una comprensión rebelde al obstáculo de los siglos y las fronteras”.

La lectura es un acto colectivo que nos fortalece como ciudadanos, que nos hace más críticos, que nos empuja a construir futuros más prósperos, más justos, y aunque Fundalectura lleve 35 años apostando por convertir este sueño en realidad, sabemos que es una empresa permanente, que ningún hombre en una camioneta nos silenciará de nuevo, que las mujeres de cualquier lugar deben pensar y que cada niño en Colombia tiene derecho a ser lector. Seguiremos trabajando cada día con el poder pacificador de las palabras, no importa cuánto nos tome hacerlo.

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