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Boaventura de Sousa Santos: “No tengo que pedir ningún perdón”

El sociólogo portugués, fundador del Foro Social Mundial, atribuye las denuncias de abusos durante su etapa en el Centro de Estudios Sociales de Coimbra al resentimiento

El sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, durante la entrevista en su casa de Quintela, cerca de Coimbra.
Tereixa Constenla

Hace dos años Boaventura de Sousa Santos (Coimbra, 83 años) pasó del altar de las ciencias sociales al cadalso público. Varias investigadoras denunciaron graves abusos en el Centro de Estudios Sociales, fundado en 1978 y dirigido por el sociólogo hasta 2019. Después de cuatro décadas rompió toda vinculación con el centro en noviembre, al tiempo que presentaba una demanda de protección del honor contra cuatro mujeres, que extenderá a todas las que imputan algún tipo de acoso o abuso. En esta entrevista, rechaza todas las acusaciones y atribuye su origen a frustraciones de antiguas colaboradoras, a las que acusa de promoverse “a costa de destruir” su “reputación”. El escándalo ha provocado la cancelación de nueve honoris causa que iban atribuirle.

Pregunta. ¿El CES era un lugar tóxico?

Respuesta. No, es una de las organizaciones más transparentes y democráticas que conozco. Ahora bien, el neoliberalismo hizo el trabajo más precario y creó una inseguridad enorme. Hubo mucha rivalidad e intriga de la que no tuve conciencia porque pasaba medio año fuera de Portugal.

P. Estudiantes internacionales llegaban atraídos por su trabajo. ¿Existía un culto a su personalidad?

R. Ese es un término de la política, no de la ciencia. Mi nombre es el tercero más citado en las ciencias sociales, es natural que atrajese a las personas. Daba aulas en el anfiteatro porque venían de otras facultades y confraternizaba con los estudiantes en cenas. Si ocurriese en Francia, en las aulas de Foucault, nadie hablaría de culto a la personalidad, pero se trata de Boaventura de Sousa en un país periférico sin científicos sociales conocidos en el mundo.

P. ¿Cerró los ojos ante irregularidades en el CES?

R. No rechazo que haya podido haber irregularidades, pero yo no las cometí. Como director cometí errores, pero nunca delitos. Me puede decir que tengo responsabilidad, pero no atribuirme los actos. Enseñé en EE UU durante el Me Too y nunca fui acusado de una conducta irregular. Siempre tuve cuidado y mi gabinete tenía la puerta abierta. Este es un caso extraño, no hay ninguna denuncia a la que pueda responder. La única acción judicial es la mía contra ellas para proteger mi honor.

P. ¿Debe pedir perdón por algo?

R. No tengo que pedir ningún perdón. He creado una gran institución que nació con media docena de gatos pingados en 1978, que ahora es responsable del 17% de los doctoramientos de la Universidad de Coimbra. ¿Pedir disculpa por esto?

P. Por las cosas que funcionaron mal.

R. No ocurrió nada malo porque si no, no tendríamos éxito. Lo que no he podido evitar son resentimientos entre personas que me atacan porque no tuvieron un proyecto aprobado. Mi caso no tiene nada que ver con el acoso sexual. Es la venganza de una investigadora a la que rechazamos un proyecto y que se había apasionado por un investigador del CES. En 2018 me dicen que estaba escribiendo un artículo en venganza.

P. ¿Y qué relación tenía con las dos autoras restantes?

R. No las conozco, ni se refieren a mí. Miye Nadya Tom habla de un caso con Bruno Sena Martins.

P. Es una grave acusación de agresión sexual. ¿Nunca tuvo noticias de esto?

R. No, no, aunque tuve conocimiento de otras irregularidades. Una, en 2014, afectó a un investigador indio homosexual que acosaba a otro estudiante.

P. En 2024 reconoció actitudes incorrectas en el pasado. ¿Podrían considerarse ahora acoso sexual?

R. No, no. Lo que dije era simple. Que cualquier hombre de mi edad que ahora niegue que nunca le dijo un piropo a una mujer bonita en los años 60 o 70 es un hipócrita o un mentiroso. Y si una mujer dijese que no le gustaron esos piropos en esos años es hipócrita o mentirosa. Son actos machistas a la luz de cultura que tenemos hoy. La sociedad ha evolucionado. Cuando surgieron las pintadas anónimas en el CES, creamos la comisión de ética. El problema es que nunca hubo denuncias. Yo siempre me consideré feminista. Fui muy criticado por los marxistas por considerar que las tres dominaciones modernas son el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado.

P. Tenía la teoría, pero ¿la práctica podía ser machista?

R. No. Mis comportamientos machistas son esos que he referido. No permito que ahora se confudan actos de seducción con acoso. Ha habido una mudanza cultural sobre actitudes que hoy son machistas y que ahora no tengo.

El sociólogo Boaventura de Sousa Santos, en la entrada de su casa de Quintela, a pocos kilómetros de Coimbra.

P. Dos mujeres le acusan de acoso sexual.

R. El de Moira Millán es una invención total. No es una coincidencia que salga el capítulo difamatorio y luego una entrevista suya.

P. Hay un vídeo anterior donde lo cuenta.

R. Sí, un vídeo de 2018. Pero es un fraude y puedo probarlo. Esa señora que dijo que no había vuelto a ar conmigo desde 2010, estuvo ando conmigo hasta 2015 para pedirme dinero para sus proyectos.

P. La otra denuncia es de Isabella Gonçalves.

R. Es distinto, es casi doloroso. Fui uno de los fundadores del Foro Social Mundial y muchos jóvenes venían a Portoalegre a mis sesiones, como Isabella y su novio. Acabaron viniendo a Coimbra para el doctorado, tenían una gran cercanía conmigo, les llamaban “os meninos do Boaventura”. Me enamoré de ella. Cuando acabaron la relación, le hablé de mis sentimientos en mi estudio. Ella dijo que no era correspondido. Entonces me senté enfrente y le pedí disculpas por no haber controlado mis sentimientos. Nada más. Fue algo auténtico, no tengo la culpa de enamorarme, ocurrió. Fue para Brasil y continuamos en o. Para mí fue una sorpresa su entrevista donde inventa una narrativa, calculada para promover su candidatura a la Cámara Municipal de Belo Horizonte. Soy víctima de un oportunismo político. Los que hemos estudiado el trauma de las mujeres, sabemos que las víctimas tienen dificultades para hablar. Estas señoras están en todos los lugares donde se habla de acoso. Su único mérito es destruir el mío.

P. ¿Piensa que 13 mujeres quieren destruir su reputación?

R. Se promueven a costa de destruir mi reputación. Solo tuve relaciones continuadas de trabajo con cuatro de ellas. Algunas de las otras, ni las conozco.

P. Sara Araújo tuvo una gran cercanía con usted y le acusa de acoso laboral.

R. Ella cambió de un día para otro. Sara fue una gran amiga, mi hermana pequeña. No teniendo gran capacidad científica, tiene gran capacidad organizadora y comunicadora. Explicaba muy bien las epistemologías del sur y su relación con los movimientos sociales. En una ocasión olvidé llevar mi medicación a un curso en Bilbao de una semana y le pedí si podía llevarla. Obviamente pagué el viaje y nunca mostró malestar por hacerlo, fue un acto de amistad. Ahora crea una segunda verdad en la que cree que fue víctima de un trauma. Me han transformado en el chivo expiatorio de sus propios fracasos.

P. La comisión independiente vio indicios de acoso, que ahora investiga la Fiscalía.

R. He pedido a la Fiscalía que me impute. El informe está muy mal hecho, no identifica a las personas, no hace contradictorios. Había muchas intrigas que yo ignoraba, yo sobrevolaba el CES para tener una actividad internacional. Y ese puede haber sido mi error porque crecimos de 50 a 150 investigadores entre 2010 y 2015 y surgen rivalidades científicas y políticas. Soy un intelectual independiente de izquierdas, no alineado, muy criticado en Portugal por haber defendido que la guerra en Ucrania debería haber terminado cuando Turquía planteó un acuerdo. Pero yo ya pasé por todo. Después de la revolución me acusaron de ser de la CIA por haberme doctorado en Yale. La guerra de Ucrania será el fin de Europa, es el título de mi libro que no será publicado en Portugal, aunque ya ha salido en Brasil.

P. No está cancelado editorialmente.

R. No, no. Pero mi reputación ha sido arruinada, además del sufrimiento personal y familiar. Se han retirado prefacios de libros y se han eliminado contratos de edición. Tengo 21 doctorados honoris causa. Estaban previstos otro nueve nuevos, pero se han cancelado. Hubo estudiantes presionados para que retirasen referencias a mis textos. Nunca tuve un proceso disciplinario en el CES, me retiraron los estudiantes y no los recuperé cuando terminé mi autosuspensión y regresé. Después de muchas ilegalidades, abandoné en noviembre el CES, que nunca me ha dado a las denuncias contra mí. No me puedo defender, por eso pedí a la Fiscalía que me impute para tener .

P. Le acusan también de extractivismo intelectual.

R. ¿Sabe cuántas personas he lanzado en mis libros? 309, entre ellas las denunciantes. Algunas publicaron por primera vez conmigo. ¡Extractivismo! Si alguna vez hubo, fue al contrario. Siempre consideré que el trabajo era colectivo y que mi objetivo era dar ideas a los demás. Algunos asistentes han firmado un manifiesto en mi apoyo. Acusarme de extractivismo es la cosa más vil e infamante para mí.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.
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