El cirujano francés que violó a 299 pacientes, la mayoría menores, condenado a la pena máxima de 20 años de cárcel
Joël Le Scouarnec abusó de sus víctimas durante, al menos, 25 años cuando les operaba o estaban sedados en hospitales públicos y consultas privadas


Los cinco del tribunal aparecieron en silencio en la sala pasadas las 14.30 de este miércoles. Las primeras palabras de la presidenta de la sala, Aude Burési, liquidaban al fin las 57 asfixiantes jornadas que ha durado el mayor juicio contra por un caso de pederastia en Francia. También, solo en parte, el sufrimiento de al menos 299 víctimas a las que Joël Le Scouarnec, un ex cirujano de 74 años, violó y agredió sexualmente cuando la mayoría era menor de edad. El médico ha sido condenado a la pena máxima: 20 años de cárcel, con obligación de cumplir dos tercios de la condena. La pena, sin embargo, se daba por descontada.
El cirujano anotó prácticamente todas sus agresiones, cometidas entre 1989 y 2014, en sus diarios personales. Todo estaba documentado, explicado con el mayor detalle. No tenía salida. Lo increíble, quizá lo más relevante del caso, es cómo pudo llegar a cometer todos esos delitos durante tanto tiempo mientras ejercía como médico en consultas privadas y hospitales públicos.
Las víctimas mostraron su disconformidad con la condena a la salida del tribunal. El viernes, en su alegato, el fiscal pidió la pena máxima, solicitando al tribunal que añadiera un período de seguridad de dos tercios de la condena, así como múltiples penas complementarias, entre ellas un seguimiento sociojudicial de veinte años con obligación de tratamiento y compensación a las víctimas que han sido adoptadas. El representante del Ministerio Público, sin embargo, también formuló una petición de retención de seguridad, reservada a los criminales condenados a más de 15 años y considerados de alta peligrosidad. El tribunal no ha aplicado esta medida, que impediría que Le Scouarnec pudiera pisar la calle en unos seis años (teniendo en cuenta la parte de la condena que ya ha cumplido) ya que hubiera sido internado en un centro tras cumplir su condena.
El tribunal lo ha rechazado por su “avanzada edad” y por su “voluntad de reparar el daño”. Las víctimas han mostrado su indignación y temor por la posibilidad de reincidencia. “Si estuviéramos en Estados Unidos, las sentencias sumadas llegarían a los 2.000 años de cárcel”, advirtió el día antes el fiscal Stéphane Kellenberger.
Joël Le Scouarnec era un cirujano con una vida profesional y personal consolidada. Tres hijos, una esposa, nietos y unas aficiones tranquilas y cultivadas, como la ópera y la lectura. Algunos tics de su personalidad —su afición por el coleccionismo, su obsesión por clasificarlo todo— dejaban entrever una conducta algo maníaca. Su entorno, con el tiempo, comenzó a tener noticia de sus inclinaciones pederastas. De sus delitos. Llegó un momento en que cada miembro de la familia, incluidos sus hijos, sus hermanos y su esposa, tuvieron en la mano una pieza del enorme puzle que componía su enfermiza y criminal personalidad, pero ninguno se molestó en ponerlas sobre la mesa para construir su verdadero retrato. Incluso cuando algunos habían sido sus víctimas. El 28 de febrero, Le Scouarnec reconoció haber abusado de su nieta, frente a su hijo presente en el tribunal.
En sus últimas palabras, Le Scouarnec, vestido con un forro polar negro, aseguró al tribunal que no solicitaba ninguna indulgencia. “Concédanme simplemente el derecho de llegar a ser mejor y de recuperar esa parte de humanidad que tanto me ha faltado”, añadió. Dirigiéndose a “todas esas mujeres, todos esos hombres que tuvieron que soportar los actos más abominables que uno pueda imaginar”, quien ya fue condenado en 2020 a 15 años de prisión afirmó ser “consciente del inmenso dolor que sus crímenes provocaron en ellos y en sus seres queridos”.
Durante tres meses, numerosas partes civiles se sucedieron en el estrado para contar su hospitalización en uno de los hospitales del oeste de Francia donde Le Scouarnec ejerció durante más de treinta años: Loches, Vannes, Quimperlé, Ancenis, Jonzac… Estos testimonios se enfrentaron a dos obstáculos principales. La mayoría de los antiguos pacientes, agredidos entre 1989 y 2014, no recordaban los actos cometidos contra ellos. Además, el acusado aseguró no recordar a sus víctimas individualmente. El tribunal tuvo que basarse principalmente en los diarios íntimos y archivos informáticos en los que el acusado anotaba, año tras año, los detalles de sus abusos a pacientes que se encontraban bajo los efectos de la anestesia o en plena operación.
Muchas de esas víctimas que desfilaron por el proceso en estos tres meses explicaron cómo, sin llegar a tener recuerdos claros, aquella agresión les creó un estrés postraumático que les impidió relacionarse con normalidad con el sexo o con determinadas personas. Descubrir lo que les había ocurrido, tras el estado de shock inicial, constituyó un alivio y una manera de pasar página para reconstruir su vida y sus emociones.
Las víctimas y sus representantes han mostrado este miércoles su enorme decepción con la condena. “La noticia fue recibida con mucha consternación", lamentó Solène Podevin Favre, presidenta de la asociación Face à l’inceste y codirectora de la Ciivise, al referirse a la ausencia de retención de seguridad. “Los 20 años de condena eran lo mínimo que podíamos esperar como parte civil”.
Pornografía infantil
Más allá del silencio de la familia, la gran incógnita de este caso es cómo nadie denunció su conducta en los hospitales donde trabajó. O por qué se le permitió seguir trabajando con menores después de que en 2005 fuera condenado por descargar imágenes de pornografía infantil. La autoridad de la bata blanca y de un adulto hizo que muchos de sus actos pasaran por gestos médicos. Nunca se presentó una denuncia, ni de pacientes ni de personal sanitario. El acusado nunca fue sorprendido en flagrante delito.
“El verdadero muestro es la sociedad”
Los colegios de médicos y muchos colegas —aunque estaban al tanto de sus inclinaciones— declararon en el tribunal: “No era asunto nuestro.” O bien: “Pensábamos que no había pasado al acto”. Pero la ley señala que consultar webs prohibidas se considera ya un paso al acto. Las víctimas reclaman ahora la apertura de una investigación parlamentaria sobre los fallos en el sistema que permitieron. “Han intentado convertirle en un monstruo, pero el verdadero monstruo es la sociedad que le ha creado y que se lo ha permitido”, declaró a las puertas del juzgado Manon Lemoine, que tenía 11 años cuando fue agredida.
El promedio de edad de las víctimas de Le Scouarnec al sufrir los abusos es de 11 años, según confirmó el fiscal del caso, Stéphane Kellenberger. Del total, 158 son hombres y 141 son mujeres. Solo 14 de ellas tenían más de 20 años cuando fueron agredidas, mientras que 256 eran menores de 15. A la mayoría les decía que las amaba, sin mostrar ningún tipo de remordimiento o culpa por lo que acababa de hacer, siempre en la consulta o en la sala operatoria donde acudían los menores, generalmente aquejados de una apendicitis o peritonitis que les causaba fuertes dolores. “No te dejabas hacer porque tenías dolor en el vientre…”, se lamentaba en el cuaderno el agresor sobre la niña Delphine, de quien explicaba que se había resistido sin éxito a la agresión.
A muchas de esas víctimas se las trató durante años como enfermos mentales. Muchas liberaron esa angustia. Otros, como Mathys, agredido por Le Scouarnec cuando tenía 10 años, no soportaron la noticia. El 14 de abril de 2021 por la mañana, Mathis fue encontrado muerto en su apartamento. Un suicidio, explicó su abuela al diario Le Parisien. “La víspera, llamó a todo el mundo, decía que quería venir a vernos. Se despidió de nosotros sin que lo supiéramos”.
Este juicio probablemente no será el último para el ex cirujano: “Probablemente habrá otro proceso”, especialmente en relación con las víctimas aún no identificadas, afirmó el fiscal general durante su alegato.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad , así podrás añadir otro . Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
