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No del todo blanco
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cocinero, cocinero...

“La cocina es ahora una de las profesiones más deseadas por la generación Z”

Clara Diez comida

No recuerdo a nadie que respondiera “cocinero” cuando, siendo niños, algún profesor abordaba el ejercicio de intentar que los alumnos proyectasen en el aire una futura identidad profesional. De haberse manifestado, es probable que al pequeño chef en potencia se le hubiese cuestionado la respuesta, con sorna por parte de los compañeros, con inquietud por parte del adulto a cargo. Y es que no hace tanto tiempo, con una baraja amplia de profesiones sobre la mesa, elegir la cocina resultaba cuanto menos chocante. Otra historia era que, como con cualquier otra ocupación, uno se enamorase del oficio sobre la marcha, una vez entrado en faena. Pero a un niño en edad de proyectar, con las aspiraciones aún vírgenes y la ilusión fértil, se le presuponían ambiciones más elevadas.

Resulta curiosa esta connotación negativa, considerando que la gastronomía implica el desarrollo de una serie de habilidades parejas a las de cualquier otra profesión creativa. De hecho, la creación culinaria acaba siendo una extensión natural de quien la lleva a cabo y de sus propias percepciones, pues requiere de la implicación de todos los sentidos en diferente grado. Puede que sea precisamente su potencial expresivo (sumado al grado de feminidad que siempre se le ha asociado a las actividades culinarias) lo que haya mantenido la profesión alejada, hasta hace no tanto, del abanico de posibilidades deseadas por los más jóvenes, especialmente en el caso de los hombres, ya que mostrar cierta predisposición a la creación sensible anulaba de inmediato los estándares de masculinidad que desde niños se les exigía demostrar. Sin embargo, durante los últimos años ha surgido un nuevo arquetipo. El nuevo cocinero es exitoso, mediático y creativo: le caracteriza cierto desprecio hacia la norma y una personalidad compleja y atribulada que lidia con el estrés a su manera, y que encuentra en la cocina su vía de expresión definitiva. ¿O no es Jeremy Allen White en The Bear una suerte de Bob Dylan versión gastro? Diversos estudios han demostrado que la cocina es una de las profesiones más deseadas por la generación Z, y es que el enfant terrible de los fogones, encarnado a lo largo de las últimas décadas por figuras internacionales como Anthony Bourdain, Marco Pierre White, Dabiz Muñoz y Matty Matheson (quien además de interpretar a Neil Fak en la serie The Bear es productor ejecutivo gastronómico de la serie), parece haber encontrado el beneplácito social definitivo gracias, en parte, a la visibilidad mediática que ha tenido la profesión en los últimos años.

A esto se le suma el éxito que algunos perfiles han cosechado en redes sociales mostrando sus creaciones culinarias, y que en algunos casos, además, les ha servido como catalizador profesional: desde influencers cerrando contratos sustanciosos con cadenas de comida hasta el caso de Pierce Abernathy, imagen de la campaña p-v 2025 para Jonathan Anderson. La figura del cocinero/influencer que, con independencia de su género y en muchos casos con una experiencia profesional limitada alcanza fama y visibilidad, resulta extremadamente palatable para los más jóvenes. Todo apunta a que el potencial creativo de la cocina, sumado al deseo de expresión personal y la necesidad de autopercepción de los más jóvenes son factores que situarán la cocina en el olimpo de las profesiones de moda. Queda por ver si tras este despunte subyace un interés realista, o si el hype responde a una percepción edulcorada de la realidad que se esconde tras los fogones. Quizás la diferencia radique en la presencia (o todo lo contrario) de un ingrediente fundamental: la vocación.

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