La toma de los paramilitares del mayor campo de desplazados de Sudán causa un nuevo éxodo en Darfur
El asalto a Zamzam de las Fuerzas de Apoyo Rápido ha arrasado al menos 1.700 kilómetros cuadrados de terreno y ha obligado a huir a miles de personas que sufren una crisis humanitaria muy severa. Unos 300.000 desplazados, según la ONU, se encuentran en la localidad vecina de Tawila

Cuando estallaron los primeros combates entre el ejército regular de Sudán y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido en abril de 2023 en la capital del país, Jartum, muchos temieron que la violencia se empezara a propagar rápidamente hacia el oeste. Los presagios no tardaron en consumarse y en los meses siguientes los paramilitares tomaron el control de cuatro de los cinco Estados que forman la región de Darfur, cometiendo las peores masacres de la guerra.
Dos años más tarde, a finales del pasado mes de marzo, el ejército retomó Jartum y expulsó a los paramilitares de la capital, culminando —con la que todavía es su victoria más importante hasta la fecha— una ofensiva iniciada seis meses atrás para recuperar el centro de Sudán. De nuevo entonces, sin embargo, afloró el presentimiento de que los paramilitares recrudecerían el conflicto en Darfur, pero ahora en el norte, la única parte que aún resiste a sus embestidas.
El ataque mató a cientos de personas en el campo, incluyendo a mujeres, niños y ancianos. Se cometieron violaciones terribles contra los desplazadosAdam Rojal, portavoz de la Coordinación General para Personas Desplazadas y Refugiadas
Una vez más, los augurios no tardaron en materializarse. La ofensiva de las Fuerzas de Apoyo Rápido en Darfur Norte había comenzado en realidad un año antes, pero se había estancado alrededor de su capital, El Fasher, ante la defensa a ultranza de grupos armados locales. Cuando los paramilitares empezaron a perder Jartum, sin embargo, optaron por reagruparse y preparar un asalto a gran escala para tomar todo Darfur e intentar dividir así Sudán en dos.
La caída de Zamzam
Su primer golpe vino por el sur. El viernes 11 de abril las Fuerzas de Apoyo Rápido, con unos 200 vehículos ligeros, rodearon el campo de desplazados de Zamzam, el mayor de Sudán, y lanzaron un gran ataque. El corte de comunicaciones impidió que se difundiera rápidamente información sobre el asalto, pero las fuerzas de resistencia locales no tardaron en deshacerse ante la magnitud de la embestida, que incluyó ataques incesantes con drones y proyectiles.
Zamzam, ubicado al sur de El Fasher, era uno de los flancos más vulnerables de Darfur Norte. El año pasado, el principal organismo internacional de expertos en la materia había declarado una hambruna en el campo, la tercera en África en 20 años. Y la situación había empeorado en las últimas semanas por el recrudecimiento del cerco y ataques de los paramilitares, que provocaron una escasez muy crítica de alimentos, agua, suministros médicos y combustible.
Las Fuerzas de Apoyo Rápido tardaron dos días en capturar todo Zamzam y aunque el alcance de lo ocurrido sigue sin ser del todo claro, los muertos se cuentan al menos por cientos y los desplazados por decenas de miles. Los testimonios que han ido emergiendo desde entonces, además, han vuelto a describir escenas de cadáveres en las calles, incendios provocados de casas y comercios, agresiones sexuales, arrestos por perfil étnico y disparos indiscriminados.
Los alrededores de Tawila se han transformado por completo por la aparición de campos improvisados de tiendas donde MSF estima que se alojan decenas de miles de personas
“El ataque mató a cientos de personas en el campo, incluyendo a mujeres, niños y ancianos. Se cometieron violaciones terribles contra los desplazados. Y sus heridas se agravaron con el desplazamiento a otras zonas de Darfur”, denuncia Adam Rojal, portavoz de la Coordinación General para Personas Desplazadas y Refugiadas. “Las Fuerzas de Apoyo Rápido bombardearon a los civiles y a los desplazados del campo sin ninguna piedad”, lamenta.
La política de tierra quemada de los paramilitares, en línea con las acusaciones de limpieza étnica y genocidio contra minorías no árabes de Darfur que pesan sobre ellos, ha sido captada por imágenes de satélite. Y el centro de investigación humanitaria de la Universidad de Yale ha calculado que en menos de una semana arrasaron al menos 1.700 kilómetros cuadrados de terreno de Zamzam, equivalentes a más de 24 campos de fútbol. EL PAÍS ó con las Fuerzas de Apoyo Rápido, pero en el momento de publicación no había obtenido respuesta.
El campo de Zamzam, donde habían llegado a vivir más de 500.000 personas, se formó hace unos 20 años para acoger a personas mayoritariamente de las etnias zaghawa y fur que habían huido de sus hogares por el genocidio perpetrado por milicias entonces aliadas con el ejército y que años más tarde se institucionalizaron, en parte, en las Fuerzas de Apoyo Rápido. Para muchos de sus habitantes, esta nueva embestida se ha vivido como un amargo déjà vu.
Tawila, último refugio a la vista
Como ha sido habitual durante toda la guerra, la llegada de las Fuerzas de Apoyo Rápido a Zamzam provocó un éxodo masivo de civiles, la gran mayoría de los cuales huyó a pie con lo puesto. Su destino principal, al que han acudido más de 300.000 personas, según la ONU, ha sido la localidad de Tawila, a 60 kilómetros del campo y controlada por una rama neutral del grupo rebelde Movimiento de Liberación de Sudán liderada por Abdul Wahid al Nur.
La organización Médicos Sin Fronteras (MSF), que apoya el único hospital activo en Tawila y ha abierto dos puestos de salud en los principales puntos de entrada a la ciudad para recibir a los desplazados, asegura que en el último mes han llegado miles de familias hambrientas, sedientas y exhaustas tras el arduo viaje desde Zamzam bajo el sol abrasador del desierto. La violencia sexual por el camino ha vuelto a ser extendida y hay además mucha gente herida.
“Tras los ataques a Zamzam llegaban muchos heridos por traumatismos causados por armas y demás. Pero también, [debido] al largo viaje a Tawila, vemos mucha deshidratación y más desnutrición”, explica Kaylene Tomkins, líder del equipo médico de MSF en Tawila. “Hemos visto niños morir en el camino por agotamiento, calor, deshidratación. La temperatura supera los 40 grados y la gente camina bajo el sol sin agua; no tienen ninguna pertenencia,” describe.
A causa de la falta de infraestructuras para acoger a la gente desplazada, los alrededores de Tawila se han transformado por completo por la aparición de campos improvisados de tiendas donde MSF estima que se alojan decenas de miles de personas. El caos que acompañó la precipitada salida de Zamzam, y el duro trayecto a Tawila, también ha provocado que muchos niños hayan llegado solos, y que otros muchos padres estén intentando localizar a sus hijos.
Por ahora, Tawila se mantiene como mínimo segura, lo que ofrece un cierto respiro a quienes han llegado, nota un miembro de un grupo de ayuda mutua local que opera cocinas colectivas y distribuye material de refugio. El suministro de comida, sin embargo, “es difícil de sostener de forma regular”, advierte, y existe una grave escasez de agua, saneamiento y electricidad. Como el resto de activistas locales, que han sido perseguidos por los dos principales bandos beligerantes, este sudanés prefirió que no se publicara su nombre por motivos de seguridad.
La gente aquí [El Fasher] ha cavado hoyos para protegerse y entran en cualquier momento si oyen el sonido de la artilleríaDesplazado de Zamzam en El Fasher
En Tawila, la afluencia masiva de desplazados se produjo además en un momento delicado, porque la ciudad estaba afrontando un brote de sarampión y MSF acababa de realizar una campaña de vacunación a gran escala la semana anterior, pero entre los niños que llegaron de Zamzam se detectaron casos sospechosos. MSF alerta que la combinación de sarampión y desnutrición en un lugar con malas condiciones de higiene puede ser especialmente letal.
En este contexto, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) ha podido enviar dos convoyes de comida a Tawila desde mediados de abril, el último la semana pasada y cargado con ayuda para unas 46.000 personas, explica Leni Kinzli, la portavoz de la agencia en Sudán. Kinzli afirma que dos convoyes más están en camino a través de un estratégico paso fronterizo que conecta Chad con Darfur Norte. El envío de ayuda humanitaria al país, sin embargo, se ha visto sistemáticamente obstaculizado por las partes beligerantes desde el inicio de la guerra.
“[La gente] necesita más comida, mayor a atención médica, vacunas, asistencia para el alojamiento; de todo”, constata Tomkins, de MSF. “Han sufrido traumas importantes y muchos se han tenido que desplazar varias veces. Todos han perdido a alguien y cuentan historias de la violencia a la que han estado expuestos”, señala. “Así que [deberíamos] poder conseguir más ayuda, porque se trata de una población desesperada que la necesita”, desliza.
El Fasher: una capital asediada
El otro principal destino para quienes huyeron de Zamzam ha sido El Fasher, la capital de Darfur Norte y tradicionalmente una de las ciudades más pobladas y étnicamente diversas de la región. A diferencia de Tawila, El Fasher se ubica a 15 kilómetros del campo, una distancia considerablemente menor, y la ciudad ha acogido a más de 80.000 personas, según la ONU.
El situación de seguridad en El Fasher, sin embargo, continúa siendo crítica por los ataques diarios e indiscriminados que lanzan las Fuerzas de Apoyo Rápido. “Hay personas muriendo constantemente por los peligrosos y destructivos misiles [de los paramilitares]”, explica por teléfono un desplazado de Zamzam en El Fasher. “La gente aquí ha cavado hoyos para protegerse y entran en cualquier momento si oyen el sonido de la artillería”, describe.
Ahmed Hussein Mustafa, portavoz de la Fuerza Conjunta de grupos armados de Darfur que combate junto al ejército, asegura que en los últimos días la intensidad de los combates en El Fasher “ha disminuido” y que desde el inicio de la ofensiva de los paramilitares han repelido más de 200 ataques. Pero nota que las Fuerzas de Apoyo Rápido recurren “a tácticas de impotentes” rodeando la ciudad y atacando barrios “con artillería pesada desde el exterior”.
Como en Tawila, El Fasher se ha visto sobrepasado por la llegada abrupta de desplazados, en su caso en medio de un asedio asfixiante, así que muchos se alojan hoy en escuelas, edificios vacíos o en la calle. “La situación humanitaria es extremadamente difícil debido al bloqueo, que ha causado hambruna y disparado el precio de la comida”, apunta el anterior desplazado de Zamzam. Un miembro de la unidad de respuesta de emergencia de El Fasher señala, a su turno, que “las estaciones de agua están cerradas y los hospitales han dejado de funcionar”. Kinzli, del PMA, explica que en El Fasher pudieron realizar transferencias digitales de dinero a 260.000 personas durante marzo y abril ante la imposibilidad de enviar directamente ayuda.
Una de las partes más castigadas de la ciudad ha sido el campo de desplazados de Abu Shuk, situado en el norte de El Fasher y donde vivían a principios de año unas 200.000 personas. Un miembro de la unidad de respuesta de emergencia del campo asegura que los ataques en Abu Shuk aumentaron tras el asalto de las Fuerzas de Apoyo Rápido a Zamzam, y estima que alrededor del 60% de su población ha huido recientemente hacia zonas algo más seguras.
“La situación humanitaria en Abu Shuk ha sido extremadamente difícil”, afirma, debido a la grave escasez de alimentos, a que todas las fuentes principales de agua están fuera de servicio, y a la falta de electricidad y de atención médica adecuada, que está provocando la muerte de gente mayor y de personas con enfermedades crónicas. El mismo activista lamenta, además, que la situación les ha forzado a detener su cocina comunitaria y un centro de salud básico.
El recrudecimiento de los ataques y el cerco de las Fuerzas de Apoyo Rápido sobre El Fasher está provocando que gente de la ciudad, incluidos algunos llegados previamente de Zamzam, también estén huyendo, en su mayoría hacia Tawila. Pero el anterior desplazado de Zamzam ite que se trata de una decisión arriesgada: “Están cometiendo graves violaciones contra quienes huyen, como asesinatos, saqueos, violaciones, tráfico de personas y secuestros”.
No intentarlo, sin embargo, les expone a quedarse definitivamente atrapados en El Fasher si al final los paramilitares logran capturar la ciudad, de forma similar a lo ocurrido en Zamzam. Allí, la ONU estima que aún hay unas 180.000 personas que no han podido huir porque los paramilitares controlan todas las salidas. Y ellos deciden quien pasa, quien no, y quien muere.
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