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Las ruinas invisibles de la era Netanyahu

La sistemática falta de sensibilidad de una parte de los israelíes por el sufrimiento de los palestinos es la obra magna del primer ministro

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, el 21 de mayo en una rueda de prensa en Jerusalén.
Carmela Ríos

Numerosos s de distintas redes sociales han compartido durante las últimas semanas una fotografía que define por sí sola el desafío de todas nuestras democracias. La imagen muestra una hilera de pasteles en el escaparate de una confitería de la ciudad israelí de Modi’in: tres éclairs rellenos de crema pastelera, glaseados en la parte superior y adornados con una bandera de Israel y un mensaje escrito con chocolate: “Dejad que el ejército los destruya por completo”, en referencia a la operación militar en Gaza. La fotografía fue tomada por la periodista Josie Glausiuz, quien vive en Modi’in, y compartida en una de sus columnas para el diario Haaretz, en la que lamenta cómo tolerar la violencia y el odio han conseguido saturar todas las esferas de la vida de la sociedad israelí, incluidas las más íntimas o lúdicas.

El proceso de desensibilización sistemática de una parte de los ciudadanos con respecto al sufrimiento de los palestinos, o de cualquier enemigo designado, es la obra magna del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y empieza mucho antes de los atentados de 7 de octubre de 2023. Hace 29 años, Netanyahu entregó su estrategia electoral al fontanero del odio más dotado, influyente y peligroso de la historia reciente: el consultor político estadounidense Arthur Finkelstein. Junto a él aprendió que había que construir realidades emocionales más poderosas que los hechos. No se trataba de debatir ideas, sino de activar reflejos: el rechazo, el temor, el resentimiento. Su estrategia era quirúrgica: identificar al adversario, amplificar sus rasgos más impopulares y convertirlo en una amenaza para la nación. Su filosofía era clara: no necesitas enamorar al votante; basta con que odies al otro. En 1996, bajo la tutela de Finkelstein, Netanyahu lanzó una campaña basada en una idea: “Simon Peres [su entonces rival laborista] traerá atentados”. No había matices ni debate. Solo una repetición calculada del miedo. Funcionó.

Con la llegada de las redes sociales, Netanyahu encontró el escenario ideal para amplificar la estrategia aprendida de Finkelstein y de sucesor, George Birnbaum. Tenía en sus manos el laboratorio perfecto para la manipulación emocional donde era posible programar el odio. En 2019, una investigación periodística reveló que Netanyahu había movilizado un ejército de perfiles falsos en redes para apoyar su campaña electoral. Más recientemente, The New York Times informó de que, tras los atentados del 7 de octubre de 2023, Israel financió una operación de desinformación en las redes sociales con cientos de cuentas que se hacían pasar por ciudadanos estadounidenses para difundir mensajes proisraelíes, especialmente dirigidos a legisladores afroamericanos del Partido Demócrata.

Los atentados del 7 de octubre de 2023, que estremecieron al mundo, resultaron ser el catalizador perfecto para esa maquinaria de poder. Netanyahu los ha utilizado no solo como justificación de la guerra, sino como coartada emocional para reforzar el discurso del enemigo interno y externo. En su retórica, la seguridad se impone a la democracia, la unidad a la crítica, y el dolor se transforma en munición política. En un país herido, el odio no necesita excusas. Tiene legitimación y es un lenguaje completo.

“Nunca había visto tanta maldad, tanta gente deseosa de expresar mezquindad, compitiendo entre sí para demostrar su falta de empatía. Nunca pensé que la gente fuera capaz de ser tan mezquina. De regocijarse tanto en el dolor ajeno. De regocijarse cuando la gente sufre, pasa hambre, pierde todo lo que tiene y muere. Por eso, nunca he tenido tanto miedo”. La reflexión es de la abogada Orit Kamir y fue publicada el pasado 15 de mayo en el diario Haaretz. Para Kamir “en la lista de crímenes de Netanyahu contra la humanidad y la sociedad israelí, despojar a muchos israelíes de toda inhibición moral es uno de los más graves”.

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Sobre la firma

Carmela Ríos
Periodista experta en redes sociales y desinformación. Tras 20 años en informativos de televisión, 10 en París y un flechazo con Twitter, explora la interacción entre las redes sociales, el periodismo, la comunicación y el poder. Enseña a otros periodistas a adaptar sus herramientas de trabajo al desafío de la desinformación.
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