Siete mujeres, una mansión y 10 millones de dólares en un mes: luces y sombras de las ‘casas Onlyfans’
Siete creadoras de contenido de OnlyFans habitan Bop House, una casa con perfil en Instagram cuyas habitantes ganan auténticas fortunas. Pero quienes defienden este modelo de erotismo chocan con los que denuncian sus dinámicas tóxicas


Hace 11 años alguien tuvo una idea a medio camino entre el coliving, Gran Hermano y la distopía: poner a muchos influencers a vivir juntos. ¿La finalidad? La misma que cualquier persona con unas cuantas decenas de miles de seguidores en redes sociales: aumentar el engagement de los seguidores al juntar a diferentes y populares creadores en una misma casa para generar todo tipo de contenido juntos. Una especie de Gran Hermano VIP para las pantallas del móvil. Los pioneros fueron los responsables de la comunidad virtual Second Life con su 02L Mansion, y desde entonces, no han parado de surgir proyectos similares que han llamado la atención de plataformas como Netflix que dio vida a Hype House, un reality protagonizado por bloggers y estrellas de Tiktok.
En España cada verano los creadores de contenido de la agencia de representación de Dulceida se reúnen en Casa In, un enclave en el que lejos de descansar, quienes van se aseguran de crear contenido las 24 horas. Es imposible no pensar, al evocar una mansión donde mucha gente guapa posa para la cámara, en la mansión Playboy. Sigue siendo noticia años después de la muerte de su dueño Hugh Hefner: la modelo Holly Madison, productora del documental El lado oscuro de Playboy, acaba de dar detalles sobre el lugar en el podcast In Your Dreams: “En los baños, en las canchas de tenis y junto a la piscina había bandejas con pañuelos desechables, Pepto Bismol [un medicamento para complicaciones estomacales], vaselina, aceite de bebé, protector solar... cualquier tipo de lubricante improvisado”.
La mezcla entre la mansión Playboy y las mansiones de creadores de contenido iba a ocurrir antes o después. Se trata de las mansiones de creadoras de contenido de OnlyFans y la más popular es Bop House (bop es un término que alude a quien muestra su cuerpo en internet), creada por las influencers Sophie Rain (con siete millones de seguidores en Instagram) y Aishah Sofey (con 5,5 millones). Esta mansión, que ocupan desde comienzos de diciembre, tiene 3,4 millones de seguidores en TikTok, un equipo de edición interno y colaboraciones con diversas firmas de lencería. En ella conviven siete creadoras de contenido y Rain, que asegura haber ganado 43 millones de dólares en un año gracias a OnlyFans, presume de que la mansión ha hecho ganar a sus habitantes cifras astronómicas.
“Hoy celebramos que Bop House ha conseguido 10 millones de dólares en el mes de diciembre”, aseguraba en un tuit publicado el 2 de enero. En uno de los vídeos del perfil de Instagram de la casa, algunas de ellas señalan con orgullo haber ganado hasta ocho millones de dólares tras haberse mudado a la mansión.
Las casas de la controversia
Muchos creen que este tipo de lugares es, al menos, un lugar más seguro para las modelos para adultos que la mansión Playboy, pues no hay en ellas (al menos, que sepamos) una figura controladora e intimidante como la de Hugh Hefner. Otros consideran que sigue promoviendo la cosificación y la violencia contra la mujer: aunque el contenido en redes sociales no es explícitamente sexual (las normas de Instagram o TikTok lo impiden), los constantes bailes que priman en el feed están destinados a excitar a sus seguidores y a que se suscriban a sus cuentas de Onlyfans, donde sí se aloja el contenido sexual explícito. Sin embargo, y aquí viene la sorpresa, al entrar en la cuenta de Bop House, no hay mención alguna a OnlyFans. Los s deben llegar, a través de un enlace en el perfil, a una web puente a través de la cual sí se puede acceder a las cuentas de OnlyFans de cada creadora. Sí, ellas están en Meta, pero su contenido explícito ha sido alejado dos pasos de la plataforma de Mark Zuckerberg.
“No es tanto que estén escondiendo algo, sino que están optimizando su estrategia: saben que si suben según qué tipo de contenido, pueden desaparecer del mapa digital en cuestión de horas. Así que juegan con los límites”Ignacio Cabra Bellido, director de 'marketing'
Cuando el medio Mashable se puso en o OnlyFans, un responsable de comunicación de la red aseguró que no había relación alguna entre la plataforma y Bop House. “Es una forma bastante inteligente de adaptarse a las reglas del juego. Al final, Instagram tiene políticas muy estrictas con todo lo que se acerque mínimamente a lo sexual, así que las creadoras están buscando formas de no ser penalizadas, sin dejar de aprovechar el alcance brutal que te da esa plataforma. No es tanto que estén escondiendo algo, sino que están optimizando su estrategia: saben que si suben según qué tipo de contenido, pueden desaparecer del mapa digital en cuestión de horas. Así que juegan con los límites”, explica a ICON Ignacio Cabra Bellido, director de marketing digital en Piazza Comunicación. “Es un reflejo de cómo, en el marketing de contenidos, a veces hay que ser más estratégico que creativo. Y si quieres monetizar en plataformas más permisivas, tienes que saber cómo hacer ese puente sin romper las normas. Lo que hacen es generar contenido que encaje perfectamente con lo que permiten TikTok e Instagram: bailes, juegos, lifestyle, incluso humor, pero siempre con una estética sugerente, con llamadas visuales que apuntan a algo más. Es como una doble lectura: lo que se ve es light, pero lo que se insinúa lleva a otro nivel de contenido”.
En marketing digital esa estrategia se llama, según explica Cabra Bellido, “embudo”: tras captar la atención con algo fácil de consumir y viralizable, dirige a la audiencia más interesada hacia un contenido más específico o . “Es exactamente lo que hacen plataformas como OnlyFans. No hay trampa, pero sí hay estrategia. Y mucha”, apostilla.
Un lugar problemático
La Federación de Mujeres Jóvenes (FMJ) ha presentado su informe ‘OnlyFans. Un espacio blanqueado del negocio del sexo‘, que señala que la aparición de plataformas como OnlyFans ha permitido que el negocio del sexo se traslade de los lugares tradicionales al ámbito digital, facilitando la forma de a las mujeres prostituidas. En la presentación del informe Raquel Pérez Benasco, vicepresidenta de FMJ, aseguró que Onlyfans es “una nueva forma de explotación sexual”. María Rodríguez, autora de Por no educar (Vergara, 2025), explica que el discurso de empoderamiento en OnlyFans es defendido por algunas creadoras que afirman que la plataforma les da cierta autonomía, control y una vía de independencia económica. “Argumentan que pueden decidir qué contenido publicar, gestionar sus propios límites y beneficiarse directamente de su trabajo, lo que supone una diferencia respecto a la industria tradicional del sexo, donde la intermediación y la explotación suelen ser más evidentes. Sin embargo, también hay otros relatos que dicen lo contrario: que, aunque la plataforma se presenta como un espacio de libertad, en la práctica muchas mujeres se ven presionadas a sobrepasar sus propios límites, sufren acoso y se enfrentan a una competencia feroz. Además, la promesa de dinero fácil está reservada a una minoría, mientras que la mayoría de creadoras no logra ingresos suficientes ni cuentan con protección real frente a la explotación o la violencia digital”, explica.
Rodriguez ve posible, de todos modos, escuchar a quienes encuentran empoderamiento en su experiencia sin dejar de recordar la pertinencia de analizar críticamente el contexto estructural en el que operan. “OnlyFans obtiene un porcentaje de todas las transacciones y permite la presencia de intermediarios y agencias, lo que puede reproducir dinámicas de explotación bajo una apariencia de modernidad y libertad individual. Asimismo, la falta de regulación específica y de mecanismos efectivos de protección deja a muchas creadoras en una situación de vulnerabilidad”, dice.
La directora de cine para adultos Erika Lust considera que OnlyFans se convirtió en una herramienta poderosa para que muchas personas tomaran el control sobre su trabajo, sus cuerpos y su narrativa. “Al operar fuera de los grandes estudios que dominan el porno producido en masa, muchas mujeres, personas queer y disidentes han podido establecer sus propios ritmos y condiciones de trabajo. Esa autonomía puede traducirse en una mayor sensación de seguridad: no hay intermediarios imponiendo guiones o prácticas, y las creadoras pueden definir sus límites y formas de producción”. Advierte, eso sí, de que romantizar estas plataformas no es la mejor elección. “Reflejan los desafíos de la economía digital actual: algoritmos, presión por la visibilidad y falta de protección laboral. Es importante entender que la seguridad real no la da una aplicación o plataforma, sino una cultura del cuidado, el a derechos y redes que acompañen. OnlyFans puede ser un paso, pero el cambio profundo llega cuando priorizamos el bienestar de quienes crean contenido sexual, en cualquier formato”, asegura.
¿Un lugar seguro?
Las creadoras de contenido de Bop House suman más de 40 millones de seguidores entre todas, y el éxito de esta mansión ha sido el responsable del nacimiento de otras como Creator House y Rebel House, cuyas habitantes también son creadoras de contenido de OnlyFans. El creador de contenido y cantante Roxburg grabó un vídeo tras pasar una semana en Bop House y explicó a sus seguidores que la mansión se parece más una casa de amigas que una versión renovada de la mansión Playboy.
Sin embargo, muchos creen que este tipo de casas, al cubrir de glamour y cierta inocencia el contenido erótico, puede empujar a muchas jóvenes a querer participar en este tipo de creaciones que son, según opinan, la puerta de entrada al negocio del sexo. “Estas casas venden una narrativa: mujeres jóvenes e independientes ganan mucho dinero trabajando en comunidad, viajando, produciendo contenido con libertad… Es un estilo de vida que, en redes, se presenta casi como el sueño postmillennial. Y muchas otras creadoras que quizá hacían lifestyle, fitness o moda pueden plantearse dar el paso a OnlyFans si ven que es rentable y que ya no está tan estigmatizado”, dice Cabra Bellido. “En el fondo, es una evolución del fenómeno influencer: la monetización directa, sin marcas de por medio, sin depender del algoritmo, y con una comunidad dispuesta a pagar. Y eso, desde una perspectiva de negocio, es muy potente”, asegura.
María Rodríguez señala que espacios como Bop House han sido presentados por sus fundadoras y participantes como comunidades de apoyo y colaboración, donde las creadoras pueden compartir estrategias, apoyarse mutuamente y sentirse más seguras en un entorno que, de otra manera, puede ser solitario y competitivo. “Estas iniciativas pueden aportar beneficios reales en términos de comunidad, visibilidad y acompañamiento, y muchas de sus integrantes destacan la importancia de tener un espacio propio y libre de intermediarios masculinos directos. Además, la existencia de este tipo de espacios autogestionados puede contribuir a visibilizar la diversidad de experiencias dentro de la plataforma y a romper con el aislamiento que muchas creadoras sienten”, asegura.
Sim embargo, la misma autora de Por no educar ve su otro lado: “El hecho de que no haya un hombre gestionando estos espacios no cambia la lógica estructural de la plataforma, que busca un beneficio empresarial a partir de contenido producido mayoritariamente por mujeres para una audiencia masculina. Aunque la gestión directa sea femenina, la lógica de la oferta y la demanda sigue siendo desigual: la mayoría de las creadoras son mujeres y la mayoría de los consumidores son hombres. Esto perpetúa una dinámica donde el deseo masculino sigue siendo el motor económico principal, lo que influye en el tipo de contenido que se produce”, explica. (Hay también estrellas masculinas de OnlyFans, principalmente con público también masculino, pero por ahora no se conoce ninguna “mansión” solo destinada para ellos).
Rodríguez denuncia que OnlyFans ofrece escasa transparencia y protección real a sus creadoras frente a problemas como la filtración de contenido o el acoso. En este sentido, aunque las iniciativas de autogestión sean valiosas, la responsabilidad última de garantizar condiciones seguras y justas debería recaer en la plataforma. “Este tipo de iniciativas [en referencia a lugares como Bop House] representan un avance en términos de apoyo mutuo y agencia colectiva, pero no resuelven las desigualdades estructurales del modelo de negocio de OnlyFans ni la relación de poder entre quienes producen y quienes consumen el contenido”, explica.
Según la Federación de Mujeres Jóvenes, las creadoras en OnlyFans no controlan sus condiciones contractuales. De hecho, la plataforma se asigna el derecho de usar, modificar y divulgar a terceros el material que venden a la plataforma de modo perpetuo. “OnlyFans es una puerta de entrada que facilita el discurso prostituyente sobre las mujeres”, advierte el informe. Para finalizar, Erika Lust destaca que aunque considera que estos debates y conversaciones son necesarios, también es importante no simplificar una realidad que es mucho más compleja y diversa. “El trabajo sexual, en cualquiera de sus formas, no se puede entender solo desde una lógica moral o ideológica. Hay que escuchar las voces de quienes lo ejercen, y entender sus contextos, decisiones y necesidades. Deberíamos enfocarnos en preguntarnos y analizar las condiciones en las que se dan esos trabajos. Lo urgente no es prohibir y ni juzgar, sino garantizar que esa elección se haga desde el poder, no desde la precariedad”.
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