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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Y Pedro Sánchez quiso volver a ser ‘Perro’ tras la pájara de abril

El presidente ha vuelto a ser un líder de apariencia inquebrantable y determinada, la versión que mejor le ha funcionado en las urnas haciendo carne el dicho “lo que no mata, engorda”

Concentracion de apoyo a Pedro Sanchez
Inma Carretero

Aquellos cinco días fueron eternos para quienes sabían lo que estaba pasando de verdad: que Pedro Sánchez había escrito y mandado publicar la carta sin encomendarse ni a dios ni al diablo. De repente, los colaboradores que le habían acompañado en crisis de todo tipo se vieron excluidos en la gestión de la que más directamente les afectaba, la que provocó que un presidente del Gobierno le contara al mundo entero que el cuerpo le pedía dimitir.

Al poco de comunicar su regreso, Pepa Bueno le preguntó en una larga entrevista en EL PAÍS si no tenía a nadie que le dijera las cosas a la cara.

P. Le hablo de su equipo de trabajo, en el Gobierno y en el partido. Del equipo que rodea al presidente, ¿nadie le dijo: “Presidente, esta carta va a crear problemas”?

R. Efectivamente, me lo dijeron después porque yo no informé a nadie.

Entrevista de la directora del diario El País Pepa Bueno al presidente del Gobierno, Sanchez, en el Recinto Modernista del Hospital de Sant Pau.

No informó a nadie. Lo increíble, era cierto. Lo habíamos adivinado en los gestos desencajados de su núcleo duro, desposeídos de su condición de elegidos sin mediar palabra. Óscar López, Montero, Bolaños, Alegría, Puente o Cerdán. Fueron días de estupor, incredulidad y vértigo. Ojipláticos algunos socialistas, ruborizados otros. Sin despegarse del móvil por si daba señales y comunicándose con Sánchez a través de la tele, porque el presidente estaba siguiendo desde La Moncloa una reunión agónica en la sede socialista que empezó siendo un comité federal del PSOE y desembocó en un espectáculo esperpéntico nunca antes visto en la calle Ferraz. Es verdad que hubo paellas y mariachis aquel 1 de octubre de 2016 de la defenestración de Sánchez, pero ahora eran los propios dirigentes del PSOE los que estaban dando el número rogándole que se quedara.

Los principales sufridores de esa tensión siguen un año después en el círculo de confianza de Pedro Sánchez. Le pidieron pocas explicaciones porque la prioridad fue ponerse manos a la obra para arreglar el desaguisado. La versión oficial fue que Sánchez había abierto una reflexión necesaria sobre los males de nuestra democracia, pero en la cúpula del Gobierno y del PSOE quisieron pasar página pronto: lo urgente, debieron de pensar, era proteger a su jefe, desnudo ante todos. No por confesarse un hombre “profundamente enamorado” sino por descubrir que podía condicionar la estabilidad institucional y orgánica por un impulso personal.

La guardia pretoriana evitó cualquier grieta por la que se filtrara la incomprensión y la incomodidad de muchos en el PSOE (“se nos rompió algo”, reconocían muchos meses después algunos militantes). Luego, la actualidad se ocupó de enterrar la carta en el fondo de la carpeta de las noticias increíbles y el PSOE ha activado el modo electoral en todo el territorio tras su renovación interna en los congresos.

El debate sobre la sucesión de Sánchez, ese precipicio en el que colocó a los suyos con la carta, aparece ahora en las comidas con dirigentes del PSOE en los postres, cuando ya se han agotado las preguntas y hay que ponerse a fabular sobre el futuro. Quienes están cerca del presidente sostienen que el caso Begoña Gómez sigue afectándole muchísimo (el juez Peinado mantiene la imputación pese a no haber encontrado aún pruebas), pero el líder no muestra ya ni un gramo de debilidad; que de eso se ocupa la oposición.

Sin Presupuestos todavía en la nueva legislatura, ahora hace todo el rato de la necesidad, virtud. La economía le da el oxígeno que le niegan las Cortes. Ve ventanas de oportunidad en las situaciones más endiabladas, como la hoja de ruta de la OTAN para aumentar el gasto militar o la guerra arancelaria con Trump. Sánchez ha vuelto a ser un líder de apariencia inquebrantable y determinada, la versión que mejor le ha funcionado para la movilización de su electorado, el Perro de la campaña de 2023 que hizo carne el dicho “lo que no mata, engorda” (Perro Sanxe era un insulto y terminó siendo un lema electoral). Nada de esto es fruto de la improvisación: tiene que convencer de que llegará a 2027 con sus ministros candidatos en la mejor posición para relanzar el proyecto tras la pájara de aquellos días de abril.

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