Es muy habitual leer que Finlandia, Noruega, Suecia, Dinamarca e Islandia ocupan los primeros puestos en las listas de educación, igualdad, conciliación laboral, derechos sociales y calidad de vida. A menudo, además, se publican imágenes de sus envidiables paisajes, y por si fuera poco, durante los últimos dos años se han puesto de moda conceptos nórdicos que desconocíamos, y que no se pueden traducir en una simple palabra: el hygge danés es una situación de bienestar y felicidad en la que uno se siente cómodo, relajado y libre; el fika es una tradición sueca para socializar y disfrutar del momento del café en el trabajo; y el lagom, también sueco, significa "en la medida justa", y se aplica desde a hábitos de compra hasta a horas de trabajo. ¿Realmente se vive tan bien en Helsinki, Oslo, Estocolmo, Copenhague o Reikiavik? Más allá de los estudios favorables, estos países nórdicos todavía presentan realidades mucho menos agradables, que no han logrado arreglar ni con su filosofía de vida ni con sus conceptos tan optimistas. Repasamos algunos de los puntos más delicados.Según TV4, uno de sus principales canales de televisión, cuatro de cada diez hogares en Suecia son unipersonales, es decir, en 1,7 millones de casas solo vive una persona. Y el número crece cada año, porque solo en 2015 aumentaron en 32.000. Según un estudio de Cruz Roja, el 40% de los suecos afirma sentirse abandonado, y lo más triste: uno de cada cuatro muere sin que nadie reclame su cadáver. Esto último se cuenta en un documental titulado La teoría sueca del amor, dirigido por Terik Gandini, que indaga en los orígenes de la soledad que invade a la sociedad sueca. La raíz de este problema está en pensar que solo la independencia da la felicidad, y creer que uno es libre cuando ha roto todos los lazos de dependencia que le unen a los otros, cuando ya no necesita ni pareja, ni hijos, ni amigos para sobrevivir. Este fue, más o menos, el proyecto de familia que desarrolló el primer ministro Olof Palme en 1972. Y claro, de aquellos polvos vienen estos lodos…El concepto de felicidad escandinava con el que nos han estado bombardeando choca con la cantidad de antidepresivos que se consumen en estos países. Según un estudio de la OCDE, Islandia lidera el ránking con el 11,8% de los habitantes tomándoselos a diario. En Suecia y en Dinamarca lo hacen el 8,4% y el 8% respectivamente, frente al 6,5% de españoles (que no es poco). ¿Tendrá algo que ver esta necesidad de echar mano de los fármacos con el aislamiento geográfico, el frío (en otoño e invierno la media de temperatura es de 10 grados bajo cero), la locura de tener 24 horas de luz en verano y apenas cuatro o cinco en invierno? El psicólogo del centro ISEP Clínic Barcelona, Pau Obiol, detalla: “Aunque existen divergencias y conclusiones contradictorias entre diferentes estudios, hay investigaciones que confirman que la cantidad de luz solar, el clima, la polución, la nubosidad, la latitud geográfica y los cambios estacionales pueden influir en el estado de ánimo. De hecho, el Manual de Diagnósticos y Estadísticos de los Trastornos Mentales (DSM-V) asocia la depresión mayor recurrente con un patrón estacional. Se da en determinados momentos del año, normalmente en otoño e invierno, que son épocas donde hay una menor irradiación solar. No obstante, la variación individual y genética es igualmente determinante".Aunque el último informe PISA sitúa a Finlandia en el quinto puesto del ránking de países con mejor sistema educativo, normalmente siempre se encuentra entre los tres primeros y es un referente para el resto: educación 100% gratuita y de calidad, sin deberes, sin acoso escolar, con aulas pequeñas y grandes resultados académicos. Pero hay una realidad escondida menos idílica: un gran problema con el alcohol que destroza a sus ciudadanos. Es tan grave, que hace 10 años era la causa principal de muerte en Finlandia, tanto en hombres como en mujeres. Morían más ciudadanos por alcoholismo que por ataques al corazón o cáncer. Hoy en día, a pesar de que la estadística ha bajado, aún un 14% de las muertes son debidas a problemas surgidos con el licor. Es cierto que su abuso alcanza a casi todos los países desarrollados, pero para hacerse una idea de la magnitud del problema, mientras en España mueren 0,62 personas por cada 100.000 a causa del alcohol, en Finlandia lo hacen 7,55. En este sentido, el trabajo del fotógrafo Javier Corso, que vivió durante un tiempo en ese país nórdico, ilustra de una manera muy realista el drama finlandés y vincula la apología de la autosuficiencia, la represión de los sentimientos y la soledad como tres de las culpables del consumo abusivo del alcohol.Un estudio publicado en Journal of Economic Behavior & Organization asegura que las personas con baja autoestima construyen su nivel de felicidad a partir de la comparación con otras personas, y eso aumenta el riesgo de las conductas suicidas. El texto, de 2011, destaca los casos de los países escandinavos. Según datos de la OMS, (2015), Finlandia y Suecia mantienen todavía tasas destacables (16,3 y 15,4 casos por cada 100.000 habitantes, respectivamente), por encima de la media europea (14,1). Así, el psicólogo Pau Obiol matiza: “El sentido de aislamiento, falta de apoyo social y la soledad son factores de riesgo para la conducta suicida”. Países con muchos menos recursos económicos, como Albania o Grecia, presentan cifras mucho más bajas (4,3 casos por cada 100.000 ciudadanos). En España, la cifra es de 8,5.Según el Foro Económico Mundial, los países más igualitarios (según factores de distribución de la riqueza, educación, salud y poder político) son Islandia, Finlandia, Noruega y Suecia. Pero al mismo tiempo, las cifras del estudio realizado por la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea aseguran que Dinamarca, Finlandia y Suecia son los países europeos con más violencia física y/o sexual hacia las mujeres, ya que entre el 46% y el 52% de las féminas declaró haber sufrido algún tipo de abuso físico o sexual desde los 15 años por parte de un compañero sentimental o cualquier otro ciudadano (que en el 97% de los casos era un hombre). ¿Cómo es posible que esto ocurra con gobiernos que se autodefinen como feministas y con la mayoría de parlamentarios mujeres? Aunque haya muchos factores en juego, los autores del texto sugieren que "en función de los países, puede ser más o menos aceptable culturalmente hablar con otras personas de las experiencias de violencia contra las mujeres. Al examinar los resultados de la encuesta es necesario tener en cuenta la posibilidad de que en sociedades en las que la violencia por parte de la pareja se considera en general un asunto privado, es poco probable que estos incidentes se compartan con familiares y amigos, y tampoco se suelen poner en conocimiento de la policía".No es extraño caminar por las calles de Finlandia, Suecia, Islandia o Dinamarca a temperaturas bajo cero y encontrarse carritos aparcados en la calle, con el niño dentro, mientras sus padres se toman un cafetito caliente en un coqueto local. Forma parte de una práctica habitual que ha pasado de generación en generación, y que nació con el objetivo de reducir la mortalidad infantil en la década de los años 20 del siglo pasado. Los bebés pasaban mucho tiempo en el interior de sus casas, en las que la mala calidad del aire y la falta de luz no beneficiaban al recién nacido. De ahí que los sacaran a dormir en los porches de los hogares. Pero hoy en día, con un mejor diseño de los edificios y unas mejores condiciones higiénicas, no tiene mucho sentido dejar al niño en la congelada intemperie. “En países de la cuenca mediterránea como España, nuestro clima nos permite en cualquier momento dar al niño ese paseo tan necesario para que le dé el aire fresco y la luz del sol, importante para adquirir la vitamina D. Nosotros, a diferencia de las personas que viven en estos países del norte, no tenemos déficit y no necesitamos tomar suplementos de esta vitamina”, explica el responsable de Neonatología del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona, Félix Castillo. Por otro lado, dejar a un niño solo desatendido en la calle, aunque sea por unos minutos, en España es delito y, por mucho que se abrigue al bebé, su nariz queda al descubierto y exponerlo a temperaturas tan extremas tampoco garantiza que "le haga más fuerte”.