Morante es único
Inspiradísimo toda la tarde, dibujó pinceladas de armonía ante su noble primero y no se entretuvo con el desfondado cuarto. Talavante y Rufo, desapercibidos con una corrida muy descastada de Garcigrande


Pocas veces ha estado la plaza de Las Ventas más entregada con un torero como hoy con Morante de la Puebla. Cartel de ‘no hay billetes’ en las taquillas, y los ecos triunfales de la Feria de Abril se reflejaron desde primera hora en el entusiasmo desbordante de los tendidos desde que se abrió la puerta de cuadrillas. Una ovación compartida con sus compañeros recibió al torero sevillano nada más romperse el paseíllo, y Morante no defraudó.
Se abrió de capa en unas verónicas lentísimas ante el primero, de muy corto viaje, pero la plaza se volvió loca. Instantes después, un torerísimo quite a cuerpo limpio al subalterno José María Amores, que venía perseguido tras poner de banderillas, desató el delirio.
Mientras Morante pedía permiso al presidente, el toro, manso y con escasa fortaleza, se dio un fuerte topetazo contra la madera de un burladero cuando trataba de cerrarlo a una mano Joao Ferreira. Pero el torero estaba decidido a dictar una nueva lección de la belleza del torero, y a ello se dispuso desde el primer muletazo por bajo, en un inicio hermoso que cerró con una trincherilla de cartel.
Lo que sucedió después fue una sinfonía variadísima, henchida de naturalidad y temple, como si Morante toreara de salón en el patio de su casa. Cuatro muletazos con la mano derecha y un cambio de manos primoroso; tres naturales sublimes antes de cruzarse y dibujar otros dos y rubricar la tanda con un recorte a modo de kikirikí, un molinete invertido y una trincherilla.
Sobra decir que la plaza era a estas alturas un manicomio. Cuatro derechazos más, unos ayudados por bajo y un desplante para un cartel de toros. Y dejó una estocada trasera y algo atravesada que ralentizó la muerte del animal. Sonó un aviso, necesitó tres golpes de verduguillo, lo que no impidió que asomaran pañuelos que, en principio, anunciaban una mayoría que no convenció al presidente. Morante recogió una fortísima ovación y no quiso dar la vuelta al ruedo.
Ahí quedó.
Volvieron a sonar los aplausos antes de la salida del cuarto, pero el ánimo del torero se vio truncado por la nula calidad de ese toro, corretón de salida y sin fijeza en los capotes. Cuando Morante tomó la muleta se atisbaba en la cercanía que no había pintura para otro sueño. Y así fue. Desfondado el animal desde el primer muletazo, el torero se limitó a quitarle las moscas y montó la espada ante el enfado de una parte del respetable que no entiende las cuatro reglas. Las opiniones de dividieron, pero es evidente que hay que ser torero hasta para no aburrir.
Morante estuvo acompañado por Talavante y Tomás Rufo, que pagaron, en primer lugar, el caro peaje de anunciarse al lado de un artista. Mientras Talavante trataba de justificarse con el desfondado segundo, el público seguía hablando del sevillano y no le hizo ni caso al extremeño. Tampoco es que este hiciera nada destacable, pero así fue. Le aplaudieron en el quinto en unas garbosas verónicas de recibo, y volvió a estar ausente, pero en esta ocasión por su falta de ideas, su ventajista colocación y su toreo despegado.
Rufo también pagó lo suyo. Después del embrujo morantista no era fácil asimilar los pases modernos y anodinos de un torero que se limitó a acompañar la nobleza del único toro, el tercero, que se movió en el tercio final. Nadie le hizo caso, y algunos le expresaron su protesta. Menos posibilidades le ofreció el sexto, tan descastado o más que los demás. Por cierto, en los dos toros se lució en banderillas Fernando Sánchez, tercero de la cuadrilla.
Y la gente se marchó soñando con Morante, un torero único…
Garcigrande/Morante, Talavante, Rufo
Toros de Garcigrande, correctamente presentados y astifinos, mansos, blandos, nobles y muy descastados.
Morante de la Puebla: estocada trasera _aviso_ y tres descabellos (petición y gran ovación); media baja y perpendicular (división de opiniones).
Alejandro Talavante: estocada baja (silencio); pinchazo y estocada (silencio).
Tomás Rufo: pinchazo y casi entera caída (silencio); estocada baja (silencio).
Plaza de Las Ventas. 28 de mayo. Decimoséptima corrida de la Feria de San Isidro. Corrida de la Prensa. La presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, presidió honoríficamente el festejo desde el callejón, asesorada por Juan Antonio Ruiz Espartaco. Lleno de ‘no hay billetes’ (22.964 espectadores, según la empresa).
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