Las 50 mejores películas españolas del último medio siglo
Un jurado de 53 periodistas selecciona los largometrajes más relevantes desde la muerte de Franco en 1975
¿Ha cambiado mucho el cine español en este medio siglo? Un vistazo a la lista de las mejores 50 películas —elegidas por 53 periodistas culturales y expertos cinematográficos vinculados con EL PAÍS, que en total han votado 215 películas— da una respuesta contradictoria: sí y no. Desde luego, son novedosas, y muy relevantes, la explosión de un cine de terror que ha transitado más allá del género para narrar historias sociales; la consagración de una generación de directoras —la mayor parte de ellas no habían nacido cuando murió el dictador Francisco Franco— que han encontrado, por fin, el espacio para contar sus historias (y vistas las taquillas, había un público esperándolas) y la ambición artística y de presupuestos de cineastas que entienden España como un lugar de partida. Pero sigue habiendo hueco y respeto por los clásicos. Clásicos como Arrebato; El desencanto; Los santos inocentes; Amanece, que no es poco; La escopeta nacional o El sur que señalan maneras de encarar las grandes cuestiones a los creadores actuales. Y por supuesto, siempre, la sombra de Pedro Almodóvar, el maestro actual, el creador que ha logrado que cada generación tenga un almodóvar favorito.

1. Arrebato
1979. Iván Zulueta
Arrebato es la única película firmada por Iván Zulueta, creador excepcional cuya obra (dispersa entre cortometrajes, dos capítulos de televisión, fotografías y afiches, además de un debut, Un, dos, tres... al escondite inglés, acreditado a José Luis Borau) abarcó toda su vida. Pudo haber sido el director más relevante de España, y quién sabe si de Europa. Su adicción a la heroína no le permitió centrarse en el cine. Tampoco lo necesitó económicamente. Hijo de una familia bien de San Sebastián —su padre dirigió el festival en cuatro ediciones—, capturó en Arrebato la fascinación por el propio hecho fílmico. En los contornos del fantástico, esta irrepetible película no se parece a nada, y aun así todos nos reconocemos en ella. Con un guion al que ningún gurú de la narrativa daría el visto bueno, rodada bajo el sol invernal de Madrid, Arrebato versa sobre el tiempo detenido (la heroína, la fotografía, el cine) y la capacidad —la necesidad— de entregarse a él. Jimina Sabadú

2. La escopeta nacional
1978. Luis García Berlanga
Pocas películas reflejan tan bien la supervivencia de la clase política cuando las cosas se estropean. La escopeta nacional puede leerse como una venganza de Berlanga a toda esa clase social que supo mantenerse en el poder en el tardofranquismo. La acción transcurre durante una de las famosas cacerías que en la dictadura servían para hacer negocios, cambiar leyes y hasta señalar a los enemigos. Aparecen ministros, señoritos, nobles y los arribistas, esos don nadies que sabían cómo ascender en el gobierno del régimen. Nadie como Berlanga para retratar lo absurdo de esa situación, con su mirada sagaz, su humor negro, algo pesimista, y sus frases que han pasado a la historia. Como cuando el empresario catalán vendedor de porteros automáticos, interpretado por José Sazatornil, dice eso de “yo soy apolítico, de derechas de toda la vida”. Frase que todavía habla de una tipología de español que pervive en nuestros días. Pepa Blanes

3. El sur
1983. Víctor Erice
Aunque es imposible desligar El sur de su naturaleza de película inacabada e incompleta, en ella anidan algunas de las imágenes más imperecederas del cine español. Adaptación del cuento homónimo de Adelaida García Morales, El sur es la elegía de una hija, Estrella, ante el enigma de su padre, Agustín. Ella es la memoria de un hombre marcado por el silencio, el de los vencidos de la guerra, el de los aventureros lejos del sur. La prodigiosa primera secuencia de la película es el anuncio de la tragedia y de la transmisión padre-hija a través de un objeto mágico, un péndulo de zahorí. Pero quizá el momento más inolvidable, improvisado por Víctor Erice durante el rodaje, es la emocionante secuencia del baile de la primera comunión, con Omero Antonutti y Sonsoles Aranguren (después Icíar Bollaín de adolescente) unidos para siempre por el alegre compás del pasodoble En er mundo.. Elsa Fernández-Santos

4. Los santos inocentes
1984. Mario Camus
Cuentan que en su estreno, cuando Azarías ajusticiaba al señorito Iván, en los cines se aplaudía. El éxito de la adaptación de la novela de Miguel Delibes era esperable, no tanto que se convirtiese casi en un fenómeno social. Tal vez porque para muchos fue fácil reconocer a sus padres en aquellos vasallos que aceptaban resignados los desmanes de los caciques, con la esperanza de darles a sus hijos un futuro que ellos ni siquiera se permitieron soñar. Frente a la modernidad a veces impostada de los ochenta, la película de Mario Camus les recordaba a aquella España que se quitaba el polvo de la dehesa de dónde veníamos y a dónde podríamos volver. Alfredo Landa y Paco Rabal se llevaron el premio de interpretación en Cannes; podrían haberlo compartido también Terele Pávez, Juan Diego y hasta la milana bonita. Pocas veces un reparto ha estado tan tocado por la gracia. Eva Güimil

5. Mujeres al borde de un ataque de nervios
1988. Pedro Almodóvar
El cielo imposible de Madrid, tal vez fruto de una sobredosis de orfidales disueltos en el gazpacho. La maqueta del edificio que pronto descubrimos que no es un truco barato de atrezo. Desde el primer plano, todo parece decorado —o “estudiado simulacro”—, pero todo es de verdad. En su película más popular (en ambos sentidos de la palabra), Almodóvar convierte el artificio en poética y sus carencias en estilo. Mezcla géneros que no deberían tocarse —comedia, melodrama, policiaco— con un desparpajo radical, deformando el huis clos del teatro de bulevar y con La voz humana de Cocteau como modelo latente de un cine que gravitó en torno al desamor antes de centrarse en la muerte. Los chiitas, el mambotaxi, los looks polvorientos de Julieta Serrano, las cafeteras-pendientes, la abogada feminista, la portera devota de Jehová: cada detalle se vuelve icono. Carmen Maura borda el papel de su vida, con María Barranco como gloriosa robaescenas. Mucho antes del MeToo, Almodóvar defendió un feminismo sin revancha, una sororidad incipiente, la posibilidad de una maternidad solitaria. Puede que no sea su mejor película, pero sí es la más irrepetible. Álex Vicente

6. Amanece, que no es poco
1989. José Luis Cuerda
Una votación para elegir a la puta del pueblo, hombres que crecen en los bancales, misas con aplausos y vítores, fogonazos en el culo, un guardia civil pegando tiros al sol, colas en el bar para tomar copitas de anís, reflexiones ante una calabaza, el padre y el hijo que llegan en moto con sidecar a un insólito pueblo manchego. Tantas son las maravillas que se suceden a lo largo del metraje de Amanece, que no es poco, que cada secuencia y cada diálogo se convierte en un prodigio de humor y sabiduría del absurdo. Dirigido por José Luis Cuerda en 1988, el filme, con frases antológicas y demoledoras, se ha convertido en un título necesario y de culto de la historia del cine español. El elenco interpretativo, con José Sazatornil, Manuel Alexandre, Luis Ciges, Chus Lampreave, Aurora Bautista, Antonio Resines y tantos otros, es un verdadero sueño. Rocío García

7. El desencanto
1976. Jaime Chávarri
Meses después de la muerte de Franco se estrenó este documental producido por el imprescindible Elías Querejeta y cuyo título terminaría calificando una Transición que algunos querían rupturista y no lo que fue: reformista. La película de Jaime Chávarri tiene, sin embargo, más de sociología que de política. A través de entrevistas con la viuda (Felicidad Blanc) y los tres hijos de Leopoldo Panero —uno de los mejores poetas del Régimen— asistimos a la demolición total de una familia que era pura fachada, ejemplo oficioso de una institución sacralizada por el nacionalcatolicismo. Sin ahorrar reproches, Juan Luis, Leopoldo María y Michi despliegan toda su inteligencia ―que era mucha― ante una madre incomprendida y contra un padre ya incomprensible. El documental consagró al novísimo Leopoldo María como el loco oficial de la literatura española. En 1995 Ricardo Franco estrenó lo que parecía una secuela imposible: Después de tantos años. Javier Rodríguez Marcos

8. Alcarràs
2022. Carla Simón
Cirujana de los sentimientos, a los que disecciona cámara en mano, y respetuosa retratista de lo humano, tan rigurosa como cariñosa con sus personajes y sus historias, a Carla Simón nada le sale mal en su crecimiento cinematográfico. Con Alcarràs logró el Oso de Oro de Berlín, y se convirtió en la primera directora española en ganar un festival de clase A. Un resultado merecido con este ambicioso paseo por el fin de una época, la de los agricultores de frutales —como la familia materna de Simón en Lleida—, decadencia que hunde al clan protagonista, a la vez que atisbamos los juegos y las preocupaciones de los niños y de los adolescentes que les rodean. Porque ellos encaran la vida en una casa familiar sitiada por el siglo XXI. Rodada con actores no profesionales, sutil (con esas discusiones filmadas desde ventanas y puertas, o con esos juegos infantiles tan sinceros) y mágica, Alcarràs, sin proponérselo, acaba siendo una obra maestra contundente, limpia y valiente. Gregorio Belinchón

9. Cría cuervos
1976. Carlos Saura
Película bisagra que se escribe y se rueda con Franco vivo, pero que se estrena con Franco muerto, Cría cuervos se convirtió, desde dentro de la propia historia y desde lo que estaba ocurriendo en el exterior, en una fascinante metáfora de la opresión, representada por las niñas protagonistas, casi siempre recluidas en casa a pesar de estar de vacaciones, y que sólo al final, como la propia España con el óbito del dictador, se preparan para una nueva etapa en sus vidas. Con independencia de su simbolismo, la película de Saura se configura como una extraordinaria experiencia sensorial de colores, sonidos, ritmos y músicas (ese inmortal Porque te vas, de Perales y Jeanette, redondeando los ojazos de Ana Torrent); como una misteriosa, enigmática y vanguardista obra de arte acerca de la obsesión por la muerte, de enorme influencia en sucesivas generaciones de cineastas españoles. Premio Especial del Jurado en Cannes, y 1,3 millones de espectadores. Javier Ocaña

10. Función de noche
1981. Josefina Molina
El paso del tiempo ha beneficiado a este descarnado documental en el que Lola Herrera se convirtió, sin saberlo, en la médium de toda una generación de españolas condenadas al silencio o la ignorancia, y no solo sobre su vida sexual y sentimental. Herrera hablaba por ella, pero en su valiente desnudez —“Soy una mujer que nunca ha tenido un orgasmo”, dice la frase más célebre de la película— revelaba la realidad de las mujeres cuya educación (y desarrollo) quedó en manos de la ideología franquista. El cruce de verdades ante el que fue su marido, el actor Daniel Dicenta —que también hace un ejercicio de exorcismo ante su propia estafa como hombre: “A nuestra generación nos han hecho mierda”, decía Dicenta— fue el material con el que Molina logró una película inclasificable que responde desde el amargo dolor de una pareja rota a las aberraciones del matrimonio bajo el retraso de la dictadura. Elsa Fernández-Santos

11. Todo sobre mi madre
1999. Pedro Almodóvar
Las mujeres trans son mujeres y, de vez en cuando, padres inopinados. Estrenada en 1999, en la bisagra del siglo y el milenio, Todo sobre mi madre, piedra angular de la filmografía colorida e intimista de Pedro Almodóvar, anticipó algunos de los temas urgentes del presente y despidió otros del pasado: el feminismo y la identidad de género de este lado; la epidemia de la heroína y el sida del otro. Con una cascada de premios, desde el Oscar a la mejor película extranjera al Goya, este drama de diálogos de alta intensidad emocional e imágenes cargadas de simbolismos explora con una mirada desprejuiciada las formas cambiantes de la maternidad. Llena de interpretaciones notables, sobresale la de Antonia San Juan en el papel de Agrado, dignísima y entrañable prostituta trans cuya finalidad consumada en la vida era, como prometía su nombre, la de dejarnos a todos satisfechos. Silvia Hernando

12. El viaje a ninguna parte
1986. Fernando Fernán Gómez
¡Me cago en el padre de los hermanos Lumière! Con esta frase se coronaba en El viaje a ninguna parte una de las secuencias cómicas más memorables del cine español, en la que don Arturo (Fernando Fernán Gómez) fracasaba estrepitosamente en su primer, y único, papel cinematográfico. Era un momento delirante en una narrativa amarga y sentimental sobre un grupo de cómicos (mitad vagabundos, mitad artistas) que recorren durante los años cincuenta una España sedienta de cultura y hambrienta de pan hasta lograr la oportunidad de cambiar su destino. Aunque ese golpe de suerte sea otra ficción dentro de la ficción. Mejor película en los primeros Premios Goya, en El viaje a ninguna parte Fernando Fernán Gómez se rodeó de un plantel de actores que atravesaba varias generaciones (de María Luisa Ponte a Gabino Diego) para retratar en un país que seguía contándose mentiras para sobrellevar un pasado reciente lleno de penuria y derrota. Conchi Cascajosa

13. As bestas
2022. Rodrigo Sorogoyen
Los milagros se obran o no se obran, y en el caso de As bestas vaya si se obró. La proverbial capacidad de Rodrigo Sorogoyen para hacer fluir en forma de películas o series las historias más bestias (véase El reino, véase Antidisturbios…) cobra aquí una dimensión cercana a lo improbable. Uno no sabe con qué quedarse —se queda con todo, vaya— en este thriller rural que se llevó nueve premios Goya (los principales, sí, ha acertado, querido lector) en 2022. El guion de Sorogoyen e Isabel Peña, puro in crescendo, es sórdido, angustioso y anfetamínico. También la forma de rodar, con la cámara persiguiendo a los actores y persiguiendo al espectador. Las interpretaciones de todos, de los agredidos y de los agresores, pero muy especialmente la de Denis Ménochet (sí, aquel granjero francés del arranque de Malditos bastardos) son grandiosas a la par que antigrandilocuentes. Muy bestia, As bestas. Borja Hermoso
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