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Libros
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El misterio de Seki Sano

‘¿Qué pasó con Seki Sano?’ no es solamente un libro, sino la puesta en escena de la escritura de un libro; y no sólo sigue el destino de sus personajes, sino que nos permite seguir el proceso mental del hombre que está escribiendo

Seki Sano
Juan Gabriel Vásquez

Entre los libros maravillosos que se publicaron este año en Colombia ―y hubo varios: pienso en El libro del duelo, de Ricardo Silva, y El viejo malestar del Nuevo mundo, de Mauricio García Villegas―, hay uno que ha ocupado mi atención especialmente, tal vez porque seguí desde lejos los avatares de su escritura, tal vez porque entronca de manera muy directa con mis propias obsesiones: las vidas ocultas de los otros, la relación entre política y arte, las maneras como las fuerzas de la historia moldean la vida privada de los individuos, las décadas centrales del siglo XX en Colombia.

El título de este libro, más que un título, es un titular: ¿Qué pasó con Seki Sano? Menos fácil es decir quién es su autor, pues Sandro Romero Rey no es sólo uno de los hombres de teatro más conocidos de Colombia, y uno de los más dignos de nuestra gratitud: no me alcanzaría el espacio de este artículo para dar cuenta de todo lo que ha hecho sobre un escenario (o detrás de él), de los autores que nos ha descubierto, de la testarudez con que se ha dedicado a abrirle las ventanas a nuestra cultura nacional, que puede con frecuencia ser más bien claustrofóbica. No, Romero no es sólo eso: es también novelista, ensayista, lector de los buenos, proselitista con razón de la obra de sus amigos y crítico de cuanta cosa se pueda criticar. (Lean también Profesión: espectador, su compilación de artículos diversos sobre cine, teatro y conciertos. No tiene desperdicio.)

¿Qué pasó con Seki Sano? es un libro indócil, como suelen ser los libros buenos, pues no se deja meter con facilidad en un estante. ¿Es la crónica de una investigación, es una memoria personal, es un ensayo historiográfico? En algunas páginas alcanzamos a adivinar unas libertades con la verdad probable de los hechos que coquetean con la ficción, y el lector atento se pregunta en más de una ocasión si algunas de las escenas del libro no serán producto de la imaginación soberana del autor, pero no creo ―extrañamente― que eso baste para estamparle a la pobre criatura el pesado nombre de novela: y eso a pesar de que haya una conversación por teléfono en que una de las dos partes, el autor, lee un ensayo de 40 páginas sobre la historia del teatro en Rusia mientras la otra, una amiga, viaja en Transmilenio. De hecho, el libro mismo se apresura a rechazar el rótulo, y además con fuerza: en un par de momentos hay una parodia del lenguaje con el que la novela se asoma a los personajes reales del pasado, y uno de los capítulos se titula Esto no es una novela.

Seki Sano
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